He de avisar antes de continuar que este post lleva una cierta dosis de veneno, y no se si lo terminaré o me ahogaré antes con el mismo.
Acabo de subir de tomar un café con un compañero que se reincorpora hoy al trabajo después de dos semanas de viaje de novios, este compañero tiene mi edad, y por tanto deberíamos tener circunstancias comunes, aunque para mí sea dificil aceptar hasta que seamos de la misma especie.
Me cuenta a lo largo de 20 apasionantes minutos todos los pormenores de su viaje, ha estado una semana de crucero por las islas del Caribe y otra semana más en isla Margarita, hasta aquí todo bien. Lo que me ha resaltado hasta la saciedad es lo que para él es más interesante y de paso puede levantar más admiración en sus oyentes, (mi asombro no tiene límites), el lujo y las comodidades del crucero. Parece ser que a mi compañero le admiró que en el crucero tuviera un camarero personal, que se encargara de asearle la habitación 5 veces al día, !5 veces!, ni habiendo una emergencia nuclear en su interior tendría sentido limpiar 5 veces.
Por supuesto otro factor decisivo es que hubiera camareros repartidos por todo el barco sirviendo a los acaudalados huespedes bebidas por doquier en cualquier lugar, y por supuesto recogiendolas de aquél lugar accidental en el que estos las depositaran una vez consumidas.
En ese crucero les hicieron una parada en una pequeña isla a la que había que llegar con botes y que no estaba habitada, y en ella también disponían de comida y bebida permanentemente, ¿cuánta gente hará falta para que todos estos ricachones puedan cumplir su sueño de ser reyes por un día, (en el caso de mi compañero) o permanentemente? ¿qué sentido tiene todo este despilfarro de gente y de dinero para tanto caprichito?¿qué pensarán los lugareños de todos estos rincones paradisíacos, que trabajan infinitas horas para mendigar un sueldo para poder vivir ellos y sus familias, sirviendo a tanto esnob?
Se me revuelve el estómago solo de pensarlo, a todos nos gusta viajar y conocer lugares nuevos, pero este alarde de soberbia y esnobismo me produce un inmenso desprecio. Quizá sea que yo soy un soberbio que no acepta a los que piensan de otra manera o quizá sea que el ser humano es absolutamente despreciable y nunca será capaz de ponerse en la piel del otro y de buscar el bien común por encima del bien propio.
Este año se cumple el 40 aniversario de la muerte del Ché, no sería un hombre perfecto y seguro que hay mil cosas que reprocharle pero al menos hay una que yo admiro y es que siempre se dió para sí mismo lo que pedía para los demás, no tuvo lujos de nuevo rico, y murió junto a los pobres por los que luchó. Y ahora es solo un reclamo publicitario que llevan en sus camisetas los nuevos ricos cuando viajan a los países en los que el Ché soñó y luchó. Efectivamente, el ser humano es absolutamente despreciable.
2 comentarios:
En un viaje a Marruecos, en un pueblecito, dormimos mi amiga y yo dos noches en un hostal, un chico joven, casi un niño, se ofreció voluntariamente a subirnos las mochilas a la habitación, insistió, y nosotras insistimos en que no hacía falta, de todos modos nos cogió una bolsa y nos acompañó a la habitación, nos enseño donde estaba todo, y fue muy amable, y dudo de que fuera con la esperanza de recibir dinero a cambio, simplemente lo hizo. Más tarde, esa noche, conocimos a dos bereberes, y al profesor de la escuela del pueblo, fuimos todos a cenar a su casa, nos invitó, de nuevo sin pensar en recibir nada a cambio a parte de conocer y conversar con dos mujeres que se van solas con sus mochilas de viaje, tenía sana curiosidad y ganas de compartir pensamientos, nada más. Nos reímos mucho aquella noche, fue muy especial, y en un momento de la conversación nosotras comentamos lo amable que había sido el niño del hostal, entonces el profesor de escuela me preguntó, mirándome fijamente a los ojos: “¿y cómo se llama el niño?”… me quedé cortada, sentí vergüenza, me di cuenta en un instante de que no lo sabía, no se me había ocurrido preguntarle, y lo que es peor, hasta ese momento no me había importado un pimiento.
Se con que intención me lo preguntó, y no hizo falta que me dijera nada más, aprendí una lección, que estoy bastante segura que no habría aprendido en una isla desierta, paradisíaca, y con un camarero a mi disposición.
En fin, los viajes pueden ser como la lectura, puedes leer mil libros y pasar de puntillas sobre ellos –camareros, lujo y hoteles cinco estrellas-, o leer y empaparte de lo que recibes –mochilas, trenes de noche, autobuses de día, hostales sucios, y compartir-, es una elección, maneras de vivir.
Me encantó que mostráse una sonrisa con mis locuras...no todo es sufrimiento querido amigo gallardo. Valiente en sentimiento, sensible ante el dolor.
Besos y muchos.
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