martes, 9 de octubre de 2007

Jose Saramago

Hoy, como muchos días, he comido solo, trabajo en el centro de Madrid y tengo una hora y media para comer, es tiempo más que suficiente y en verano puedo darme un paseíto por un parque después de comer y reposar tranquilamente leyendo el libro que esté entre mis manos en ese momento. Ahora ha llegado el otoño y la cosa empieza a ser más dura, así que el ratito de paseo se convierte en sobremesa de restaurante con una vasito de agua como acompañante de la lectura. Ahora estoy con La Caverna, de Jose Saramago, siempre he admirado a este hombre, le he visto en entrevistas, tertulias,... y me fascina su llaneza, su sencillez, esa sensación que transmite de sabiduría adquirida no en las universidades ni en colegios de alta alcurnia, sino en la calle, a través de la experiencia. Me recuerda a mi abuelo, o quizá a la imágen ideal que yo guardo de él.
A pesar de esto nunca había leído un libro suyo, era una tarea pendiente que siempre postergaba no se muy bien porqué. Hasta hace una semana, que empecé este libro, y como esperaba no me está defraudando, al contrario, ya ha conseguido deshidratarme un poco, sin ir más lejos hoy mismo, en el restaurante. Aquí os dejo pequeñas perlas de sabiduría, de un hombre sabio.

"Autoritarias, paralizantes, circulares, a veces elípticas, las frases de efecto, también jocosamente llamadas pepitas de oro, son una plaga maligna de las peores que pueden asolar el mundo. Decimos a los confusos, Conócete a ti mismo, como si conocerse a uno mismo no fuese la quinta y más dificultosa operación de las aritméticas humanas, decimos a los abúlicos, Querer es poder, como si las realidades atroces del mundo no se divirtiesen inviertiendo todos los días la posición relativa de los verbos, decimos a los indecisos, Empezar por el principio, como si ese principio fuese la punta siempre visible de un hilo mal enrollado del que basta tirar y seguir tirando para llegar a la otra punta, la del final, y como si, entre la primera y la segunda, hubiésemos tenido en las manos un hilo liso y continuo del que no ha sido preciso deshacer nudos ni desenredar marañas, cosa imposible en la vida de los ovillos y, si otra frase de efecto es permitida, en los ovillos de la vida".

"Leyendo se acaba sabiendo casi todo, Yo también leo, Por tanto algo sabrás, Ahora ya no estoy tan segura, Entonces tendrás que leer de otra manera, Cómo, No sirve la misma forma para todos, cada uno inventa la suya, la suya propia, hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra márgen, la otra márgen es lo que importa, A no ser, A no ser, qué, A no ser que esos tales ríos no tengan dos orillas sino muchas, que cada persona que lee sea, ella, su propia orilla, y que sea suya y sólo suya la orilla a la que tendrá que llegar, Bien observado, dijo Cipriando Algor, una vez más queda demostrado que no les conviene a los viejos discutir con las generaciones nuevas, siempre acaban perdiendo,"