lunes, 17 de septiembre de 2007

La riqueza de la diversidad

Que distintos somos los seres humanos, que sorprendente me resulta siempre comprobar las diferentes interpretaciones que tenemos cada uno de nosotros ante el mismo hecho, como, con las mismas expectativas podemos sacar lecturas completamente diferentes, como, ante la visión desde fuera de una situación o de una persona y partiendo de un punto inicial bastante similar obtenemos de nuevo conclusiones diversas y en ocasiones hasta antagónicas.
Desde muy chico aprendí a entender la vida como una búsqueda de la persona o personas iguales a mí, que pudieran comprendar hasta el límite más exigente todos y cada uno de mis pensamientos, todas y cada una de mis sensaciones. Esta búsqueda parecía por momentos llegar a su fin cuando encontraba a una persona que encajaba en mi patrón de búsqueda, que cumplía todas las condiciones, pero siempre acababa desilusionado porque la gente tenía la desagradable costumbre de ser ellos mismos, y en ocasiones pensar, soñar, sentir, de manera diferente a la mía, y por tanto dejar de cumplir con mi "decálogo de la persona afín" o también llamado "código del honor".
Así, de esta manera, durante muchas etapas de mi vida me he sentido solo en el mundo, diferente al resto de los mortales y por tanto abocado a la soledad y a la melancolía. Por suerte de un tiempo a este parte por razones que desconozco el sentido común está empezando a hacer mella en mí, y poco a poco empiezo a estar en paz conmigo y con los demás sin necesidad de que estos sean una réplica de mí, es más, disfruto cuando son diferentes a mí, porque así pueden enseñarme y enriquecerme. Esto no quiere decir que sea una ONG en mí mismo, ni tampoco Gandhi, sigo cribando a la gente como todo el mundo según unos criterios de afinidad y en ocasiones lamentablemente según mis propios prejuicios, pero poco a poco peleo por ampliar el espacio que queda entre mis límites y mis prejuicios, por donde lentamente se cuelan pequeñas perlas de luz que iluminan mi pequeño espacio, devolviendo la luz que habita en mí como en todos nosotros.
Este fin de semana nuevas perlas han entrado en mi, para reflejar mi propia luz y llenarme de "su" y "mi" calor. He participado de un taller de improvisación teatral y cuenta cuentos durante dos muy agradables días. Como decía el responsable del curso, en la vida a estas alturas, es más importante desaprender que aprender; desaprender todo lo innecesario, todos los prejuicios, todas las tonterías que arrastramos tras nosotros, como los reos del medievo arrastraban esas grandes bolas, y que nos impiden avanzar y crecer como personas.
Siempre he sentido la frustración de dedicarme la mayor de mi tiempo al desarrollo de mi yo racional, que me ha servido para avanzar en el mundo laboral y conseguir una acomodada situación económica, lo cual agradezco, pero que ha provocado que haya descuidado a mi yo emocional, y sufra poderosamente por esa castración de una parte de mi ser tan importante para mí. Estos días me han servido para dos cosas, primero para demostrarme que se puede disfrutar con la gente a pesar de las diferencias evidentes que nos separen, puesto que algunas cosas se exploran con unas personas y otras con otras, ya he dejado de buscar a la persona perfecta (según mi estúpido criterio) que aglutine todas las tonterías que a mi me interesan; y segundo e infinitamente más importante, que dentro de mí existen y cohabitan todas las cosas que anhelo, y cuando consigo tenderles la mano, cosa que todavía cuesta bastante, se agarran presurosas a mi y se muestran sin reparos en toda su grandiosa imperfección.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por qué sólo buscar en los demás lo que podemos encontrar en nosotros mismos? Aquellos que son diferentes nos pueden aportar lo que tanto admiramos y no poseemos.
AL leer esto sobre la diversidad de la gente me he acordado de un relato de "El libro de los abrazos".

El mundo
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al
alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la
vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso – reveló -. Un montón de gente, un mar de fuegultos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos
fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los
colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente
de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos
bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


Yo intento alejarme de los fuegos bobos, y de entre los que me
encienden, sólo de aquellos que me hieren. Todos los demás fuegos son
bienvenidos.

malabarista infernal dijo...

Yo creo que la gente es como un espejo, que si bien puede estar más o menos limpio y ser más o menos atractivo, solo desprende el reflejo de lo que recibe, es decir, cuando aprendemos de los demás y nos enriquecemos por su contacto en realidad estamos aprendiendo de nosotros mismos, solo que a veces solos no podemos, y necesitamos de esos espejos para hacerlo.
Juntos sumamos y todos salimos beneficiados.

María Querida: dijo...

Yo también compartí este fin de semana, y me alegro, fue una sorpresa, no esperaba nada nuevo y en el último momento una AMIGA, me invitó, me pidió que fuera, y en un paso más para enfrentarme a mis fantasmas dije: si!
Lo que me pasa es que estas situaciones de conocer y estar con un grupo de gente que no conozco siempre me ha producido VERTIGO, una sensación muy parecida al vértigo, que hace que me agarre fuerte a lo que sea, y me cueste muchísimo asomarme a la barandilla con todos los demás.

Me gustó mucho compartir momentos, risas, sonrisas y miradas complices que decian: ya te quiero un poquito.
Pero mis fantasmas se me aparecieron, y me vi en un muro, mirando el paisaje y pensando lo siguiente:
¿Por qué me cuesta tanto? ¿Por qué tengo esta sensación? Siento que me falta algo, algún chip en mi inteligencia social para sentirme bien, para conectar con la gente, para hablar de cualquier cosa, para estar tranquila... es como si me faltara algo, quizá algún ingrediente en mi ensalada, para que tenga el sabor adecuado. ¿por qué siento vértigo? y lo más importante: ¿qué puedo hacer para superarlo? ¿lo lograré algún día?

Para terminar quiero citar, yo y mis citas..., quiero citar a Cesare Pavesse, una sobre la soledad, y otra sobre la vida, ahí van:

"Nunca se está solo del todo en el mundo. En el peor de los casos se tiene la compañía de un chico, un adolescente, y con el paso del tiempo un hombre maduro: lo que hemos sido nosostros".

Y la perla, para que reinemos y ganemos la batalla a ciertos impulsos de apatía y soledad... pensad que pase lo que pase...

"No hay nada más triste que el alba de un día en que nada sucederá".

malabarista infernal dijo...

No hay que hacer nada, esa es la clave, dejarse llevar y pensar que los de al lado probablemente están igual que tú, también tienen miedos, complejos y también quieren encontrar compañeros en esta aventura