Por fin me he encontrado. Me he visto. Me he dado cuenta de que mi reflejo en el espejo es verdadero. Es como quiero que sea. Se acabó la proyección mental de lo que no soy. Se terminó la búsqueda. Se agotaron los envoltorios inútiles que no siven más que para distraer y para camuflar muros de piel dura.
Da igual donde esté, porque no es el lugar ni la compañía lo que me hacen ser, sino el pensamiento y la reflexión que salen desde dentro convertidos en voz, presencia, actitud y gestos.
Da igual lo que suceda, porque la esencia de lo que soy se manifiesta en cualquiera de las situaciones.
Da igual lo que venga después, qué consecuencias o qué resultados se obtengan. Serán el combustible para transformar en energía.
Y da igual el ropaje y los adornos que pueda llevar, porque la carne es la misma.
Y en ese estado de encuentro me siento como nunca antes me había sentido. Feliz.
Pero eso no es lo mejor. Adivinad.
Lo mejor es que también os he encontrado a vosotros.