Ayer, aprovechando mi fin de semana de rodriguez, fui a jugar un musete, esa sana costumbre castellana tan poco corriente por estos lares. Total, que a eso de las doce menos veinte, empate a uno a vacas y empate a uno a juegos en la última vaca, máxima emoción. Pero el último cercanías salía a las doce, así que como desempate un último juego, que nos apuntamos, pero el duelo quedó con las espadas en alto. Merece ser continuado.
No pudimos acabar la partida porque un servidor tenía que volver a casa y Renfe tenía programado el último cercanías a las 00:03, así que a las 00:01 estaba como una estatua en la vía esperando al tren, distrayéndome mirando cómo se movía un pequeño ratoncito, minúsculo comparado con las ratas del metro de Nueva York, quizás sea algo significativo. Volviendo a mi vuelta a casa ¿quién se arriesgaría a perder el último tren? Pero Renfe siempre nos depara alguna sorpresa, así que hasta las 00:44 no pasó el tren, debe ser algo tan habitual que un paisano llegó tranquilamente a las 00:25 a la estación, sabedor de las costumbres ferroviarias.
El tiempo me supo menos amargo gracias a la compañía de un libro, del que como de costumbre intento rescatar frases especiales. Aquí viene una:
las oportunidades perdidas forman parte de la vida igual que las oportunidades aprovechadas, y una historia no puede detenerse en lo que podría haber sido.
Sabio recordatorio, sería interesante hacer una especie de diagrama de flujo sobre lo que podría haber sido si se hubiera aprovechado esa oportunida, o aquella, o la otra... No sería ni mejor ni peor, en definitiva sería distinto. Y eso es lo grande, la capacidad de decisión. Lo imprimiré en letras capitales.
1 comentario:
Bonita frase!
Me ha recordado a ésta de Gabriel García Márquez:
No llores porque ya se terminó, sonríe porque suceció.
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