domingo, 3 de mayo de 2009

La ciudad y los perros

Después de que me dijera Rincón que no lo tenía en casa de su madre, lo compré aquí, en Oletvm, pero decidí que no lo leería. No lo leería porque acababa de llegar de vacaciones, y creía que si comenzaba, la historia del colegio militar me iba a recordar demasiado a Jesús, y eso a México, y eso a que estaba de vuelta aquí, en esta ciudad, y que tal vez eso pudiera conducir a pensar en ella como un encierro, y no quería sentirme nostálgico, porque a veces también me siento así, y prefiero no hacerlo, sobre todo después de volver, así, tan pronto.

Así que empecé a leerlo montado en el avión, uno de esos de hélices que se agitan como mil demonios, rumbo a Barcelona. Y así conseguí olvidar un poco las turbulencias, y los vaivenes del vuelo que ahora llevo tan mal. Y seguí leyéndolo todos esos días, unos días soleados, de mucho viento y un poco fríos para ser el Mediterráneo. Lo leía antes de dormir, o después de desayunar, un rato, o mientras esperaba para ir a cenar con el amic, o en cualquier otro momento corto. Y sí, si que me recordó a Jesús, y a México, pero también a Lima. Los nombres de las calles, de Miraflores, el malecón, Larco, el barranco, el sonido de las olas, y de las piedras en la playa que se oía desde los miradores. Tengo grabado esos sonidos, vinculados a Lima, y pienso que pocos sitios me han dejado un recuerdo sonoro, apenas ninguno. Habré estado mil veces en Astorga, en Madrid, en Santander, en Granada y no recuerdo ningún sonido, pero en Lima sí, y era el sonido de las olas agitando las piedras de las playas debajo de Larcomar y del paseo de parquecitos sobre el malecón de la Reserva en Miraflores.
Me acuerdo mucho de esos días por allá, y pienso que el amic Henry también estuvo, y puede que en el mismo sitio, y no le produzca los mismos recuerdos o la misma impresión que ami, o al menos poco habló de Lima, mucho más de Bolivia, Uyuni, la Paz, o ahora más de la Patagonia. Creo que es el significado, la vivencia, lo que viene de dentro más que lo de fuera, es lo que imprime nuestros recuerdos, las impresiones. Allí en Lima término un cambio, mi cambio, un cambio que llevaba lentamente produciéndose desde hacía meses. Empezó en Transilvania, de viaje con el Malabarista, y terminó allí, en Lima, y quizás por eso recuerdo los colores, los olores, la luz nublada, los sonidos, sobre todo los sonidos de Lima, Lima la horrible, como si fuera un paraíso, y quizás para mi si que lo fuera.

3 comentarios:

Rincón oscuro dijo...

Yo no tengo recuerdos sonoros de Hamburgo, sin embargo sí puedo decir que aún sé cómo huele, una mezcla de estación de metro, de aire húmedo, de "pommes frites", de panecillos recién hechos...
También se me quedaron grabados los colores y la luz. Nunca he visto tanta variedad de verdes, incluido el verde corroído de los tejados, ni una luz tan blanca, pese a los días nublados. Quizá tenga que ver con la cercanía del mar del Norte. A mí también me resulta curioso que algunas ciudades nos dejen impresa su huella en los sentidos para siempre, como ocurre con algunas personas.

daviz dijo...

ahora que lo dices, todo lo de los olores a comidas ... siempre me pregunte si las hamburguesas son populares en Hamburgo y como son-

Unknown dijo...

Razón tienes, pocos recuerdos sensoriales tengo de Lima, como mucho visuales. Recuerdo la búsqueda de la tranquilidad perdida en calles aisladas de Barranco, mientras el resto del barrio se preparaba para la noche de Halloween. La verdad es que es una ciudad a la que recomendaría no ir, fundamentalmente por la tristeza del aire que la cubre. Lima, la ciudad que nunca ve el sol.