No creo en nunca. Pensé en rebatir, pero desde hace tiempo mido las promesas que no sé si cumpliré, y que en el fondo, son irrelevantes. No sé si volveré a Praga, tampoco importa.
Definitivamente, esta ciudad tiene algo, algo que flota en el aire, aparte de la humedad. Me imaginé ese algo como un trocito de la Unión Soviética que se había desplazado, aquí, al corazón de Europa, y se había quedado enredada en sus largas torres medievales. Mientras, a ras de suelo, los europeos se pasean por las calles empedradas, tan civilizados, tan calmos, tan indiferentes.
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