Después de unos cuantos días de ausencia por trabajo vuelvo a este rincón de paz (no siempre de paz), y en él encuentro actitudes ya conocidas, y casualmente repetidas en fechas muy recientes con otros protagonistas. Me refiero a las posturas en las que nos colocamos en una conversación o discusión. Creo, que cuando dos personas defienden posturas diferentes y tras argumentar cada cual continúan en posturas diferentes pueden darse dos situaciones, la primera y deseable es que después de escuchar al otro cada uno siga convencido de su posición, escuchamos con respeto, analizamos y emitimos un juicio u opinión, y este continúa siendo diferente al de nuestro interlocutor, esta situación me parece una muestra de "civilización", una muestra del avance que el ser humano va dando a lo largo de la historia hacia un mundo mejor, un avance hacie el entendimiento y la empatía.
Pero no es esta la única opción, existe a mi juicio una segunda opción, y es aquella en la cual defendiendo posiciones originalmente distintas, dos o más personas se dedican a argumentar cuando les toca y cerrarse en banda cuando es el otro el que habla, no escuchar, o hacerlo sin la actitud adecuada, interpretando las palabras del otro no por lo que representan sino por la idea preconcebida que teníamos antes de empezar a hablar. Esto provoca que todo lo que ocurra a partir de ese momento no sirva para nada, no puede haber entendimiento cuando no hay deseo del mismo, no puede haber conocimiento cuando ponemos por delante nuestras ideas, nuestros juicios o nuestro orgullo.
Es un defecto que todos padecemos en ocasiones, yo el primero, y contra el cuál debemos luchar si no queremos convertirnos en "maderos con ojos", como dice mi querida madre.
Por suerte en mi viaje laboral por tierras sevillanas compartí espacio y tiempo con los dos tipos de personas, y digo por suerte, porque una persona del primer tipo compensa sobradamente a cientos del segundo. Compartí una agradable velada con un antiguo amigo que allí mora, y aprendí mucho en su compañía, un ejemplo de actitud correcta el suyo, a mi juicio, un placer reencontrarlo.
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