Domingo, luce el sol a intervalos en Madrid, después de varios días de continua y cansina lluvia. Estoy solo, después de dos agradables días en compañía de mucha gente, y entre todos ellos, de Henry y Daviz. Hacía bastante tiempo que no compartíamos tiempo los tres, lo echaba de menos, ha sido muy agradable. Y además he podido compartir esos buenos ratos, con mucha más gente que forma mi día a día aquí en Madrid. El pasado y el presente, juntos, revueltos, ... como comentaba con Daviz es agradable (y a veces también arduo) adaptar nuestras relaciones a los momentos vitales por los que pasamos, lo que antes era una pandilla que compartía la práctica totalidad de su tiempo libre ahora son unas personas con vidas independientes, en lugares diferentes, que disfrutan de sus reuniones cuando estas se producen, y que no se exigen nada más allá del cariño y el respeto, ambos fundamentales para que las cosas marchen.
Ahora estoy solo en casa, escuchando a Beethoven e iniciando la lectura de un nuevo libro. Y pensando, pensando en el pasado y en el presente. Hubo un tiempo en mi vida en el que tuve que aprender a estar solo, cosa a la que no estaba acostumbrado, los avatares de la vida no me dejaron otra opción. Y descubrí que es algo fundamental para conocerse a uno mismo el ser capaz de estar solo sin ver en ello un castigo, aceptando el momento que toca y tratando de sacar lo máximo de él. Tiempo después hube de aprender en la dirección contraria, me había acostumbrado tanto a estar solo que me faltaban herramientas a la hora de estar con los demás, era mucho más cómodo estar solo, porque no había exigencias de ese modo. Mi esfuerzo me costó, pero creo que aprendí, y no tengo claro cuál de los dos aprendizajes era más necesario, era más importante, probablemente los dos.
Últimamente apenas paso momentos solo, la vida va a gran velocidad y no hay demasiado tiempo para la soledad. Y cuando ésta se produce, como ahora, me doy cuenta de que efectivamente es muy importante saber estar solo para poder estar con los demás, para poder aportar a los demás, pero sin duda, sin ninguna duda es con los demás donde encontramos la felicidad, la felicidad es algo que ha de ser compartido, nunca llegará en la soledad, en ella estará vacía, hueca, muerta.
Y en este momento de tranquila soledad temporal empiezo un nuevo libro, que he cogido prestado de casa de Daviz, "los renglones torcidos de Dios" de Torcuato Luca de Tena, y su primera frase anuncia una interesante aventura escondida entre sus párrafos,
"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca".
6 comentarios:
Disfruta de tu recién iniciada lectura. Estoy seguro de que te encantará. Ha sido un placer compartir este fin de semana con mis compis de blog, con mis amigos.
Guau
que post
me he sentido tan identificada
Y qué importante es ,verdad,aprender las dos cosas! deberíamos dedicar a eso más tiempo
mejora nuestra calidad de vida.
y esa frase final
me llevará hasta ese libro
gracias por el placer que da leerte
Gran libro el que has elegido; toda la gente que lo hemos leído hemos hecho una valoración muy positiva.
Recientemente también yo reflexioné sobre este libro y sobre la "locura".
http://vientosdlocura.blogspot.com/2008/04/viento-de-locura.html
Hola tesoro:
Queria darte las gracias por hacer que mis mañanas sean más agradables con tus reflexiones y comentarios.
Besos
Oye me ha encantado tu entrada de hoy. Muchas gracias :)
joder, pues yo también quiero decir que leí ese libro y que me gustó la hostia, aunque me obsesioné un poco con las paranoias y esquizofrenias y esas cosas...
(Me parece que la cita del libro que ha escrito Malabar ya la escribí yo en este blog a propósito de algún tema relacionado, que probablemente también publicara Malabar. Si alguien tiene ganas, paciencia y curiosidad pues que lo busque, ja, ja)
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