A veces la vida actúa como un gran maestro, como uno de esos antiguos maestros cuyas palabras lejos de aportar conocimientos superfluos siembran en nuestro interior pequeñas semillas de sabiduría vital, o al menos, semillas de inquietud que nos hacen pensar, y repensar aquello que decimos y pensamos. El jueves pasado me sometí a una endoscopia en uno de los nuevos hospitales de Madrid, para el que no conozca en qué consiste le daré una pequeña explicación. Intentad imáginar un tubo de un centímetro y medio de espesor que entrara por vuestra boca y llegara hasta el interior de vuestro estómago, intentad imaginar la respuesta de vuestro cuerpo hacia este elemento hostil, y sus intentos por expulsarlo por el bien de vuestra salud... aderezad eso con nauseas, intentos de vómitos, expulsión de gases,.... y más o menos os haréis a la idea de lo que estoy hablando.
Cuando uno va a un hospital a hacerse una prueba de ese estilo va un pelín "acojonado", además de que te hacen firmar un consentimiento que exima de culpas al personal médico, en el cual poco más o menos te dicen que es posible que mueras y que si eso pasa, pues mala suerte. Claro, esto te deja un pelín nervioso, bien, pues en ese estado iba yo al hospital, menos mal que me acompañaba mi compañera porque sino me habría hecho "popo" en los pantalones. Ante esta situación me encontré con un hospital recien abierto en el que había muchas deficiencias todavía presentes, y esto según todo el mundo se debe a la celeridad para abrirlo que tuvo la presidenta de la comunidad, la querida Espe, dada la existencia de elecciones hace un mes. Estos problemas los primeros en sufrirlos son los propios médicos, que por otro lado he de decir que tuvieron un comportamiento exquisito, en lo profesional y en lo humano, a todos ellos me quedé con ganas de darles un abrazo.
Iba a escribir un post despotricando contra el uso electoral de la sanidad en este país, pero no puedo, y no puedo porque lo siguiente que fui a hacer ese día es asisitir a la visualización de una película patrocinada por Unicef, En el mundo a cada rato, película que recomiendo a todo el mundo por su delicadeza y a la vez firmeza al mostrarnos otros lugares, otras gentes con menos suerte. Gentes que no pueden quejarse de la gestión electoral de la sanidad en sus poblaciones, porque directamente no existe esa gestión, porque no tienen ni a quién quejarse. Y uno se da cuenta de que a pesar de que hay muchas cosas por mejorar, no podemos olvidar que somos unos afortunados.
Después de la película tuvimos un coloquio con dos de sus directores, Javier Fesser y Javier Corcuera. Fué un honor estar allí y poder escuchar sus experiencias, sus vivencias asociadas a la película, y sobre todo fue un placer escuchar a Fesser contarnos como descubrió en un poblado del sur de Senegal a un maestro que enseñaba a sus alumnos una técnica que llamaba "resolución de conflictos" con la cual enseñaba a sus alumnos a comunicarse unos con otros, a intentar entenderse, a intentar ponerse en la piel del otro,.... y todo ello desterrándo completamente el uso de la fuerza y la violencia (suena parecido a Educación para la Ciudadanía ¿no?). Fesser quedó encantado viendo la magistral clase de este hombre, y nos contó que cuando volvió a Madrid lo primero que hizo fue ir a una reunión del colegio de sus hijos, y que el tema que más tiempo ocupó y que más controversia creo en esa reunión fue,,...... el uso de las plazas del parking del colegio........ Da que pensar, a veces la vida es mucho más compleja que cuatro ideas preconcebidas, y quizá eso es lo que la hace maravillosa.
Un último apunte para mi amigo "no progre wai", Javier intentó traer de vacaciones a ese profesor, que vivía perfectamente en su pueblo y no necesitaba emigrar, solo que su sueño era pasar unas vacaciones en Europa y conocer otro lugar,... no pudo, le fue imposible a Fesser conseguir los papeles, la burocracia y los impedimentos eran tan enormes que al final tuvieron que desistir. No todos somos ciudadanos de primera.....
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