lunes, 11 de febrero de 2008

A mi sangre


A tí que siempre has estado ahí,
¿que podría yo decirte?
¿como conseguiste
sembrar tanto amor en mí?

Todo lo que soy y lo que fuí,
a ti he de agredecerte,
tu que siempre vas de frente,
y no escondes tu sentir.

Tus lágrimas derramadas
quisieran poder recoger
elfos, duendes y hadas
para regar su vergel.

Por que tu eres la misma esencia
de la palabra bondad
que ensucia con indecencia
tantas veces la humanidad.

De entre todas tus enseñanzas
una sobresale de las demás,
entre juegos y demás andanzas
me enseñaste a soñar.

Y sobrevivo en este circo
merced a esa cualidad,
que me permite volar de un brinco
a mi reino de felicidad.

Es por esto que te digo
con fuerza e intensidad
lo que siente hoy tu hijo:
Te quiero, Mamá.

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