martes, 26 de febrero de 2008

El placer de las pequeñas cosas

Uno no suele darse cuenta de la importancia que tienen las cosas hasta que se ve privado de ellas, es triste, pero es así. Incluso con las relaciones nos ocurre en ocasiones.
Este fin de semana yo he aprendido una curiosa lección, bueno, en realidad he aprendido dos, la primera que soy un capullo, y que como no me empiece a cuidar probablemente tendré que lamentarlo, y la segunda...... mejor os lo cuento todo como ocurrió.
Los que me conocen ya saben que tengo algunos problemas a la hora de las comidas, soy una persona bastante ansiosa, y eso lo manifiesto comiendo, cuando tengo hambre "devoro", como decía mi madre, y engullo a una velocidad pasmosa. Con esta insana costumbre he castigado tanto a mi cuerpo que éste de vez en cuando me da avisos. Estos avisos consisten en pequeños atragantamientos que me hacen pasar unos minutos desagradables y bastante vergüenza por tener que explicar a las personas con las que esté comiendo el porqué de mis paseos al baño, todo esto contemplando sus caras de estupor.
Una persona inteligente ante esta situación habría ido al médico hace mucho tiempo, pero yo no soy muy inteligente, así que me he ido acostumbrando a estos problemillas y seleccionando con qué comidas me ocurre más para evitarlas.
El domingo pasado la cosa se desbordó. Estaba comiendo unos filetes a eso de las 6 y media de la tarde (el viernes había sido largo) y tuve uno de mis habituales atragantamientos, pero con una diferencia respecto a otras veces, que me duró 5 horas, estuve ni más ni menos que 5 horas sin poder meter en el estómago ni sólidos ni líquidos, bastaba un pequeño sorbo de agua para pasar un minuto horrible y terminar regurgitándolo.
Cuando ya estaba acojonado y a punto de ir a urgencias ..... se pasó, sin grandes aspavientos, simplemente, se pasó. Pude beber sorbitos minúsculos de agua que produjeron pequeños escalofríos en mi cuerpo, y por primera vez en mi vida fui consciente del inmenso placer que supone la sensación de frescor del agua recorriendo todo mi esófago hasta terminar en una explosión de placer en mi estómago. Si alguien ha pasado por esto entenderá perfectamente de lo que estoy hablando.
Finalmente el susto surtió efecto y ayer mismo fui al médico, a ver a mi "doctorcita" para que me encarge pruebas que determinen cuál es el problema, y que me eviten en la medida de lo posible más tardes de sufrimiento. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Otra cosa más que uno descubre en los momentos de sufrimiento es el valor de las personas, y el cariño que te tienen. Y yo soy muy afortunado porque me cuidaron mucho y bien.
Ahora, no todo es cosa de la fortuna, no nos engañemos, a las personas hay que cuidarlas y merecerlas, unos a otros y otros a unos, y el tiempo enseña que si cuidas a la gente y te preocupas de ellos recibes respuesta, y si no...... te quedarás solo.
Así que gracias amor, y gracias "doctorcita", por lo que sois y por lo que dais.

3 comentarios:

didgewind dijo...

me mola lo de 'el tiempo enseña que si cuidas a la gente y te preocupas de ellos recibes respuesta, y si no...... te quedarás solo'. Más de uno debería(mos) aplicarse(nos) el cuento.

tahora.

peligrossa´maríha dijo...

ole con ole!!!
después de 3 años vas al médico!!! nunca es tarde..me alegro de q tu inteligencia haya ganado a tu cabezonería..jeje
espero q sea poca cosa...
bsoo

Rincón oscuro dijo...

Ya te vale...Cúantas veces habremos criticado a aquellas personas que tienen que pasar por un mal trance en su vida para darse cuenta de que deberían haber actuado antes...Me alegro al menos de que el susto te haya servido para darte el impulso que necesitabas para consultar esa anomalía tuya...Pero piensa que quizá ahora el problema (si es que lo es) es mayor y más grave que si lo hubieras consultado hace más tiempo, y que la solución es más costosa (o dolorosa) que si te lo hubieran solucionado antes...Aprende de esto. (Los demás también lo tendremos como ejemplo).
Bsos gordos.