miércoles, 9 de enero de 2008

Si puedes imaginarlo....

Se llama Arkaitz Erikorena, doce años, pelo castaño corto por la parte superior y desgreñado por detrás, tapando su nuca y cayendo sin orden por el inicio de su espalda. Nacido en Hernani, provincia de Guipúzcoa, es hijo de un trabajador de la industria química y de un ama de casa, ambos hernaniarras al igual que sus padres y abuelos.
Arkaitz tiene un hermano de 23 años, Gorka, un alegre joven que desde muy pronto tuvo contacto con la izquierda abertzale independentista, tras varios episodios conflictivos con la ertzaintza fue detenido una fría mañana de abril. Durante dos días estuvo retenido en dependencias policiales, tras los cuales fue ingresado en un hospital con diversas lesiones de carácter grave.
Arkaitz tenía 8 años cuando su hermano fue ingresado. Demasiado pequeño para comprender todo lo que ocurría, el llanto y la rabia de sus padres, las discusiones entre ellos, el dolor de su hermano, la rabia incontenida de sus abuelos.....
El joven Arkaitz necesitaba un culpable para esa situación, para no ahogarse en la incomprensión, y sus familiares se lo dieron, los culpables eran los españoles, los "maketos". Desde ese día el joven Arkaitz desarrolló un odio intenso y destructor hacia todo lo que tuviera que ver con España, y con los españoles.

Se llama José Manuel García, doce años, pelo negro cortado "a cepillo", como su padre. Nació en Madrid y se trasladó a Hernani hace 6 años, cuando a su padre, guardia civil, lo trasladaron a esta localidad Guizpuzcoana. Para el joven José Manuel los inicios en Hernani no fueron fáciles, llegaba a una sociedad que desconocía, en la que no tenía ningún amigo, y en la que notaba algo raro, informe, indefinido, que creaba un muro transparente que le separaba del resto. José Manuel vivía en una casa cuartel, con sus padres y con otras 50 familias de guardias civiles. Sus amigos eran todos hijos de guardias civiles, y todos tenían la misma sensación que José Manuel, acentuada por las extrañas conductas de sus padres, que nunca podían repetir rutinas en su día a día, modificaban los caminos cada día a pesar de dirigirse siempre a los mismos destinos, revisaban los bajos de sus coches diariamente en busca de no sabían que,....
En la vida de José Manuel había un día fatídico que siempre recordaría y que le marcó a fuego para el resto de sus días, 13 de Abril de 2003, ese día su padre salía como todos los días camino del trabajo después de haber revisado concienzudamente los bajos de su coche. Hacia las 12 del mediodía realizando un control rutinario se topó con dos presuntos etarras que le dispararon a bocajarro y salieron huyendo. Cuando llamaron a casa para avisar de lo ocurrido la madre de José Manuel no pudo ni gritar, en sus ojos se reflejaba la tragedia tantas veces presentida y temida. Tras dos operaciones y 10 horas de quirófano consiguieron extraerle las dos balas, pero lamentablemente una de ellas había dañado la columna y dejaría postrado para siempre en una silla de ruedas al padre de José Manuel. Desde ese día empezó a germinar en él un odio visceral hacia el mundo abertzale independentista, y hacia todas las personas que tuvieran que ver, aunque fuera tangencialmente, con él.

Era una mañana fría de Abril, en medio de las vacaciones de semana santa. Eran días buenos para los niños porque no había colegio, y podían dedicar todas las horas del día a jugar y divertirse. Arkaitz no tenía ganas de divertirse, acababa de enterarse de que le habían denegado la libertad provisional a su hermano, llevaba días soñando con volver a verle libre, y poder correr por los montes junto a él como hacían cuando eran más pequeños. Sus sueños tendrían que esperar, otra vez. La rabia le hacía insociable, no quería ver ni oír a nadie, solo al viento a través de las colinas de su infancia. Dio un beso a su madre y salió camino del monte, para pasear y pensar, y aunque no se lo dijese a sus padres, para llorar.
Arkaitz no lo sabía pero no estaba solo en el monte, había otra persona en los alrededores, José Manuel. Hoy se cumplían 4 años del fatídico día, antes de que sus padres se levantaran él ya estaba despierto, en realidad no había dormido nada, nunca dormía este día, el dolor y el recuerdo eran una losa demasiado pesada que no dejaba espacio para el descanso. Él sabía lo que significaba ese día en su casa, la tristeza y el dolor camparían a sus anchas, aún más que el resto de los días. Para él era insoportable, inventó una excusa poco creíble y salió disparado hacia el monte para rodearse del viento, esperaba que así pudiera alejar sus fantasmas. En esas estaba, cuando en medio del paseo por un camino que tenía a su derecha una caída de varias decenas de metros resbaló, y antes de que se diese cuenta su cuerpo colgaba del lateral del camino sujeto solo por sus manos, que poco a poco se iban resbalando, anunciando un terrible final. Miró hacia abajo, había al menos 30 metros de caída, sus posibilidades eran escasas. Gritó y gritó hasta desgañitarse, a sabiendas de que era muy poco probable que alguien anduviera por esos caminos. Cuando ya empezaba a perder la esperanza y a resignarse a su final escuchó unos pasos acelerados que se dirigían hacia donde él estaba. Una voz gritó:
- ¿dónde estás? ¿qué ocurre?
- Aquí -dijo él-. Rápido por favor, ya no puedo aguantar más.
Un joven se asomó y rápidamente le cogió por los brazos y lo izó hasta el camino. Fue duro porque el que le levantaba era otro niño como él, pero tras muchos esfuerzos conjuntos consiguieron salvar la situación. Ahora estaban los dos tendidos en el suelo, jadeando. José Manuel le dio las gracias mil veces, para él este niño era su ángel de la guarda, le había salvado, este niño era Arkaitz.

Tras este terrible esfuerzo los dos niños se encaminaron hacia una cueva que vieron en lo alto para descansar. Una vez dentro se sentaron y compartieron el almuerzo que la madre de José Manuel le había preparado. En esas estaban cuando oyeron un extraño ruido a su espalda, como de una respiración, pero muy intenso y denso. Se giraron y por poco caen de espaldas, lo que había ante ellos era un animal enorme, con alas como de murciélago y una piel con escamas, unas garras enormes y un aspecto como de reptil, no había duda, parecía un.... dragón. Los dos se miraron incrédulos buscando en el otro la confirmación de lo que sus sentidos les decían. De repente una voz se materializó en sus mentes, una voz que no provenía de la boca del dragón, pues esta estaba cerrada, pero que parecía provenir de su interior, quizá de su mente.
- ¿que hacéis en mi morada?
- Tú,.... tu,...... tu...... -dijo Arkaitz .
- Si, soy un dragón, tu mente no te miente.
- Pero, los dragones no existen, esto no puede ser real, debe de ser un sueño.
- ¿puedes verme?, ¿puedes sentirme?, entonces es que soy real.
Y para demostrarles que así era, en un rápido movimiento los cogió con sus garras y antes de que se dieran cuenta salió de la cueva, desplegó sus majestuosas alas y los elevó hasta las nubes. Cuando se hubieron repuesto del susto, miraron hacia abajo y pudieron contemplar su ciudad, los bosques a su alrededor, las verdes colinas, las rocas que defendían sus dominios de la impetuosidad del mar. Una cosa les llamó la atención a los dos niños, desde arriba los habitantes de su ciudad eran pequeños puntos negros que se movían muy despacio, pequeños puntos negros iguales, sin distinción, desde arriba aparecía absolutamente claro que no había diferencias entre ellos, todos eran puntos insignificantes entre una inmensidad de tierra y agua.
Volvieron de su paseo por las nubes hasta la cueva del dragón, una vez allí éste les depositó dulcemente en el suelo y emprendió su camino hacia el interior de la cueva. Antes de que desapareciese de su vista José Manuel dijo:
- Espera, por favor, dinos quién eres.
- Soy un dragón, como ya sabes.
- ¿porqué puedes hablarnos sin mover los labios?
- Los dragones somos seres de otra época, hay muchas cosas de nosotros que no entenderías. En verdad, yo soy el último de los míos, y mi tiempo ha llegado a su fin. Ya pronto dejaré esta tierra.
- Si eres muy antiguo habrás visto hasta a nuestros abuelos ¿no?
- He vivido eones en esta tierra, incluso antes de que los hombres la poblaran.
- Y en todo ese tiempo que has vivido ¿alguna vez los hombres vivieron en paz? ¿es posible la paz entre los hombres?
- Si puedes imaginarlo, es que es real.
Dicho esto el dragón desapareció ante sus ojos. Ellos nunca podrán decir si lo vieron o lo soñaron, se prometieron no contarlo nunca a nadie, por miedo a que se rieran de ellos.
Emprendieron el camino a casa en silencio, rememorando en sus cabezas todo lo que había sucedido. Cuando llegaron a su ciudad se dirigieron hacia sus casas, compartieron la mitad del camino hasta llegar a un cruce en el que sus caminos se separaban. Se pararon, se miraron a los ojos, y dos lágrimas descendieron lentamente de ellos, dos lágrimas puras que recorrieron sus mejillas y saltaron al suelo, dos lágrimas que una vez en el suelo se fundieron en una sola, al igual que sus cuerpos se fundieron en un abrazo profundo y sincero.
Ellos no lo sabían todavía pero ese abrazo era el inicio de una amistad que duraría toda la vida, por encima de los vaivenes de la historia. Por encima de sus respectivas historias.



Imágen tomada de: www.linkmesh.com/.../dibujosdragones10.php

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