Son las 8 de la mañana, acabo de subir al metro después de un par de minutos de espera en un andén repleto de gente.Tengo sueño, mucho sueño. Miro a mi alrededor, todos tienen sueño, el vagón está repleto de ojos cerrados, de ojeras, de caras con desgana, de personas encaminadas hacia un destino no deseado, que acaban de abandonar la placidez del descanso, el abrigo de la cama, quizá incluso el abrazo de la persona amada,... por ir en pos del pan de cada día.
A la desgana que provoca el madrugar se une la incomodidad provocada por los miles de personas concentradas en tan minúsculo espacio. Para poder subir al vagón he tenido que soportar empujones, colocarme en una postura acrobática y rezar porque las puertas no me dejen con medio cuerpo dentro y otro medio fuera.
Una vez superadas estas pruebas el vagón comienza a moverse, y todos los que allí nos encontramos tomamos aire y nos cargamos de paciencia para aguantar los minutos que nos esperan en tan precaria posición.
Tras diez paradas y un transbordo me acerco a mi destino, el vagón no está tan lleno como cuando me subí pero todavía queda bastante gente. A mi alrededor tengo a un joven estudiante camino de la facultad de minas supongo (está al lado de la parada), una joven con bolso quizá camino de su trabajo, un par de hombres de mediana edad con mono de trabajo, un par de rumanos (eso me parece al oirlos hablar) de mediana edad también, una anciana agarrada a la barandilla con fuerza, parece temer un gran peligro si suelta la barandilla, y un hombre que se encuentra detrás de mí con traje y corbata, poco pelo y una cara mezcla de estrés, responsabilidad y una honda amargura.
Cuando llegamos a la parada se produce el habitual trajín de personas que entran y personas que salimos. La anciana de la barandilla parece no saber que cuando no vas a bajarte es costumbre apartarte si es posible o bajar para dejar salir y después volver a entrar. La pobre mujer está como asustada por los pequeños empujones que le da la gente al salir o entrar debido al poco espacio que ella deja. Justo antes de que pase yo a su lado lo hace el hombre del traje, camina apresurado y al encontrarse con el impedimento que supone la mujer resopla malhumorado y pasa junto a ella con demasiado brío, el efecto inmediato es que la mujer se balancea y a punto está de caer, no contento con esto el hombre abronca a la anciana:
-!pero quiere apartarse!
Todos los presentes miramos al "homo erectus" con miradas reprobadoras, y nos acercamos a la anciana que por el empellón ha salido fuera del vagón y muestra en su cara el susto y la humillación sufrida. Me acerco a ella:
- Tranquila señora, siempre tiene que haber idiotas.
- Pero si yo no había hecho nada....
- No le dé más importancia, el tipo era un imbécil.
Oímos un ruido, miramos hacia atrás y vemos como el metro arranca camino de la siguiente estación.
Decido acompañar a la mujer hasta que venga el próximo metro, y así ayudar en lo posible a que se le pase el susto. Me cuenta que no es de aquí, que viene a ver a una hermana que está ingresada. Revisamos el plano del metro y la parada en la que se tiene que bajar, y la explico las normas no escritas que rigen el comportamiento en el submundo de esta ciudad para que no tenga más percances.
- Gracias hijo, pero no esperes más que llegarás tarde al trabajo.
- Tranquila señora, nada cambiará en mi vida por un par de minutos.
Llega el siguiente metro y lo coge, y nos despedimos con dos besos en la mejilla. Me voy con una sonrisa en los labios, esta mujer me ha recordado a mi abuela.
Cuando subo a la calle veo un gran tumulto de gente y un coche junto a la acera con un bollo enorme en el capó y el parabrisas agrietado. Junto a él se encuentra el cuerpo de un hombre ensangrentado. Entre el gentío veo las piernas del hombre, y un escalofrío recorre mi espalda, esas piernas las he visto antes...... Parece que dos minutos si cambiaron una vida.
2 comentarios:
Importante.A veces el árbol no nos deja ver el bosque
Un abrazo de sol
Precioso. Eso si, por un momento pensé que era verdad y a mi si me paso un algo por la columna. Escalofrío lo dicen.
Luego me acordé de algo que dijiste sobre un segundo cuento a tu hermana el otro dia.
bueno un saludo que hace millones de tiempos que no entraba al blog.
Que crezcan los cuentos!!
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