Lo último que te dije fue que iba a ir a ver el Museu da Lingua Portuguesa. Pero no fui. Salí con esa intención, iba a tomar el metrô, cuando sentí hambre, y ya sabes que me pongo un poco nervioso si tengo hambre y no como nada. El Museu está en Luz, y por ahí no recordaba que hubiera ningún sitio fácil donde comer algo, y no me apetecía callejear un domingo solitario por ninguna calle del centro que no conozco. Así que cambié de opinión, opa, entonces-es-así, todo-bien, y fui a la temakeria de Augusta, no tienen los mejores temakis, pero es de madera, está tranquila, se puede leer, no hay nadie, o casi nadie.
Cuando tomo café, ando y escucho música a veces mis pensamientos se ponen a divagar de forma incongruente, saltando de un lugar a otro sin casi percibir dónde van, o siquiera dónde voy yo, hacia dónde camino. Sobre todo cuando el día esta nublado, y sopla ese aire eléctrico grisáceo como cuando amenaza una gran tormenta, pero a veces no cae nada. Estaba tan concentrado que no recuerdo nada, o casi nada. Pensé en Salvador también, en los colores de las casas, las camisetas de Olodum, Michal Jackson com una camiseta demasiado grande, blanca, en los colores de un libro de Keith Haring que vi en FNAC la tarde anterior, en un edificio que vi en Paulista que me recordaba a algo y no conseguía recordar el qué, y de repente, estaba viendo una exposición de algunos de los diseños de Haring en Caixa Cultural. ¿Pero eso fue antes o después del temaki? Porque ya fueron varios, dos para merendar en Rua Augusta, dos para cenar en Alameda Santos. Entonces, comenzó a llover, y no fue como en Argentina, aquí simplemente se hizo de noche y casi todo quedó desierto.
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