viernes, 27 de agosto de 2010

Sin rastro de un dios cualquiera

Yo estuve allí. En julio de 2010, 65 años después de que fueran tomadas las fotos que horrorizarían al mundo, un mundo "abandonado" de dios. Casualmente por esos días estaba leyendo "El Lector" (Bernhard Schlink), y también de forma casual, encontré este pasaje en "La noche del oráculo" (Paul Auster), justo un mes después:
"Yo he visto el fin de todo, Hombre Fulminado. He bajado a las entrañas del infierno, y he visto el final. Quien vuelve de un viaje así , por mucho que siga viviendo, es consciente de que una parte de sí mismo ha muerto para siempre.
¿Cuándo ocurrió eso?
En abril de 1945. Mi unidad combatió en Alemania, y nos tocó liberar Dachau. Treinta mil esqueletos respirando. Usted lo conoce por fotografías, pero con las fotos no se hace uno idea de lo que era aquello. Había que estar allí y olerlo directamente, había que estar allí y tocarlo con las propias manos. Seres humanos hicieron aquello a sus semejantes, y lo hicieron con plena conciencia de lo que hacían. Aquello era el fin de la humanidad, señor Zapatos Buenos. Dios apartó la vista de nosotros y abandonó el mundo para siempre. Y yo estuve allí para presenciarlo."



Desde donde tomé esta foto, abatían a los prisioneros, para caer al foso que se ve a la izquierda, el cual estará a unos 100 ó 150 metros de los barracones. Originalmente, junto a él en paralelo, había una cerca de alambre de espinos, para que en el caso de que los soldados fallasen, los prisioneros no pudieran escapar. La mayoría de ellos, era eso precisamente lo que buscaban, hacer que los mataran de una vez para no seguir soportando el terror o suicidarse al tirarse contra la cerca.

2 comentarios:

daviz dijo...

es horrible.

Rincón oscuro dijo...

sí, lo sigue siendo, aunque hayan pasado ya tantos años, está muy presente en la sociedad alemana. Has hecho muy bien en utilizar el tiempo presente de indicativo en tu comentario. Ya podrían otros países tener tan presente los horrores y errores de su historia reciente (de 100 años para acá) para mejorar eso que llamamos sociedad. Y así limpiarse los restos de vergüenza, si es que la tienen, claro.