Luces rojas y azules reverberan en las paredes del fondo, en la esquina con la calle Liverpool. Es de noche, y la lluvia torrencial ha limpiado las calles de la Zona Rosa, dejando ese olor dulce en el aire, humedad y charcos. Las gotas todavía escurren por los toldos que invaden la acera. De vuelta. El domingo de resurrección silencia la calle, no sé si por resurrección o más bien por domingo. Apenas hay nada abierto a las once. Sanborns, VIPS, Starbucks, Seven Eleven, qué mal os disimuláis entre mansiones porfiristas y otros desguaces desconchados. Ya vuelvo, al hotel, a España. La luz amarilla va marcando los pisos, se arrastra sobre la hilera de números. Doce, trece, catorce, …ya regreso. Se acaba, en unas horas. Entro en la habitación, las luces de México titilan nada titubeantes en el ventanal del fondo. Es un gran árbol de navidad, sin verde. Qué gran vista, qué enorme ciudad. Adiós, ciudad de México.
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