Volviendo a casa me paré en un semáforo en rojo para peatones. En vez de cruzar a paso rápido, como siempre, decidí esperar pacientemente a que se pusiera en verde, y mientras, me dediqué a observar el otro lado de la acera. Había tres mayores - tres viejos, que diríamos sin eufemismos- esperando también a cruzar, en hilera, uno al lado del otro. Un hombre, muy estirado, entre dos mujeres. A una de ellas, le cogía de la mano. Su esposa. La otra, arrimada al hombro del señor, conversaba, gesticulante, con la primera. Estaban muy juntos, y tal vez por eso el hombre tenía una postura un tanto rígida. Me imaginé que la señora, tal vez una amiga del matrimonio, le estaba agarrando a él, quizás sin que su amiga con quien conversaba se diera cuenta. O tal vez era su hermana. Observando con mayor detenimiento, vi que la señora esposa iba acicalada a lo clásico, abuela de domingo, con su pelo lacado y su traje de falda púdica, en tonos apagados. La señora al otro lado iba vestida de rojo vivo, falda larga, uñas pintadas de rojo, y vehemente expresividad corporal. El señor no decía nada, estaba como un poste, mientras la señora de rojo no paraba de hablar con la esposa. Tal vez por eso estaba tan pegada al señor.
Me imaginé la historia: ellas eran hermanas. La mayor, de rojo, se había tenido que casar joven, la primera, con alguien que no quería. En realidad, a quién quería era al hombre de su hermana pequeña. Pero la vida a veces es así, como en la novela "Como agua para chocolate". Décadas más tarde, tras una espiral de relaciones, cambios, la muerte que va y viene, ... los tres habían llegado a un acuerdo de convivencia en el cariño, un trío amablemente senil.
"qué bobadas me da por pensar" me dije. "tengo que leer menos autor latinoamericano".
El muñequito se puso en verde y cruzamos. Ellos tres se echaron a andar. Creo que nunca había visto una estampa así, tierna, en el fondo.
Los tres iban cogidos de la mano, con los dedos entrelazados.
3 comentarios:
supongo que no era tu intención, pero te ha salido un cuento muy chulo, con una bonita frase final. Así que no dejes de leer...
qué linda historia
a mí me pasa seguido eso de divagar respecto a lo que hay detrás de una escena tan simple como la que describes, nunca había pensado que tenía que ver con mi 'latinoamericanidad', jejeje
jejeje gracias, chicas!
pero oye G., lo de los autores hispanoamericanos no lo decía por echar imaginación a una escena, si no más bien por ese tipo de historias de (des)amor persistente que duran desde la juventud y solo se resuelven en la vejez de los personajes, como el trío con el que me crucé. Estaba pensando en historias como las de "Como agua para chocolate..." y "El Amor en los ..." Seguro que hay alguna otra que se me pasa, pero se me hacen muy de los grandes autores de allá.
Ahora que estoy terminando con la biblioteca de GGM, empezaré con Mario Vargas P.
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