lunes, 13 de abril de 2009

El Bajío

Ya tan solo esperando para abordar, estaba pensando en los últimos días de viaje en el Bajío mexicano. Partimos de la estación camionera del DF el jueves santo por la mañana. La llegada a la estación fue bastante confusa, había demasiado de todo. Demasiada gente, demasiados mostradores, demasiados destinos. Supongo que aquí en el DF todo es a lo grande. 
No tardamos demasiado en conseguir unos billetes - unos boletos- para nuestro primer destino en el Estado de Guanajuato, el "pueblo mágico" de San Miguel de Allende. Apoltronados en nuestras  butacas, bastante cómodas, con el aire polvoriento entrando por las ventanas abiertas de todo el autobús, así pasaron cuatro horas largas - casi cinco- de idas y venidas, gente montando y saliendo del autobus, el pasillo repleto de viajeros y de comerciantes. Pero aquellas butacas eran un reducto, y se sentía cómodo mirando ell paisaje, muy parecido a la frontera entre Castilla y León, cuando el verano ya está bien entrado.
San Miguel nos recibió en su estación con los colores amarillos y tostados de un pueblo que se desparrama en un valle- o como dice Jesús, en una cañada, pues no es un valle lo que hay entre dos cerros, tal vez sólo laderas. Comparado con el Anahuac, no es un valle, no. 
La noticia al arribo fue la esperada, ocupación hotelera plena; y así nos fue que fuimos a terminar en la última habitación de un hotelito bastante estrecho y muy centrado en el casco viejo con sello UNESCO, a novecientos pesos la noche que yo diría que fuera de los días santos no valía ni la cuarta parte. Pero qué curiosa habitación. Se trepaba sobre unas escaleras abiertas de tabla que subían sobre la cabeza del mismo recepcionista.  Dos plantas de habitación vertical, en la baja el baño; en la alta, el dormitorio, con una ventada por la que salir al mismo tejado, una azotea sin ninguna barrera, sobre la que se dominaba la vista de los tejados de San Miguel, y sobre la que recuerdo cervezas y estar tumbado viendo el cielo apenas estrellado con la mente dispersa.  
Pero eso fue a la vuelta esa misma noche, cuando estuvimos buscando el mismo hotel que ni el nombre ni la calle habíamos anotado.  Y anteriormente, ya flotan los recuerdos: la hamburguesa vegetal, el festival del rock para venteañeros en aquel bar con pinta de peña de pueblo, la subida al mirador, el caminar por las calles un pueblo que no parecía Mexico, tal vez una mezcla entre pueblos de Castilla, o pueblos de Andalucía pintados de colores, y el tono dorado superpuesto. Y en el zócalo, una catedral digna de Gaudi sobresalía sobre los laureles recortados.
Lo más divertido fue al día siguiente, al alquilar un cuatrimoto para recorrer botando las calles empinadas de San Miguel. Nos sirvió también para acercarnos a la estación, comprobar los horarios hacia la ciudad de Guanajuato, regresar al hotel, cargar el quad con los bultos del equipaje, y asi terminar en cuatro ruedas la estancia casi ya llegando la procesión de las doce en viernes santo.
Cogimos --agarramos, hay que decir aquí, púdicamente- un autobús bien distinto al que salió del DF. Este era "primera plus", nada que ver, asientos cómodos, pocos, televisión, almuerzo, dos baños completos. México para mi creo que es distintivo por la mezcla por un lado, y por las diferencias, por los extremos. 
La llegada a Guanajuato fue de las que quitan el aliento. Había leído a un bloguero mochilero que recomendaba San Miguel, ya que Guanajuato era demasiado grande y demasiado turístico. De esta ya aprendo a no creerme todo lo que leo. La ciudad de Guanajuato, también con sello UNESCO, no es comparable a nada de lo que haya visto en Europa o en España (aclaro que España es Europa, para los puntillosos, y no casi-África como muchos norteños tal vez pensaronen el pasado y no dijeron). Siguiendo con Guanajuato, no puedo creer que sea conocida por sus momias, y no cómo una ciudad encantada por la minería, horadada de túneles en su inframundo y llena de casas de colores vivos en sus laderas, con la estatua del Pipila. Qué decir de los parquecitos casi andaluces, la iconografía cervantina,  quijotesca  por todos lados, las bajadas a las calles subterráneas regadas de tiestos de geranios...

Llaman para abordar, tendré que seguir con esto en otro momento. O tal vez no. Ha sido un gran viaje, y como siempre, con una gran gran gran compañía. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Guanajuato es una ciudad y una entidad federativa? Porque hablas de que San Miguel está en Guanajuato pero en cambio luego vas a Guanajuato? Bienvenido de vuelta!!

daviz dijo...

gracias amic!

Guanajuato es un estado, y también el nombre de la ciudad capital. Es como la mayoría de las provincias españolas y su capital homónima. Estuvimos en la ciudad de Guanajuato y en San Miguel de Allende, ambas en el estado de Guanajuato, y pertenecientes a una región llamada el Bajío, pero no es una demarcación territorial política si no más bien por la orografía, por lo que sé...

:)

ah y lo mismo digo, bienvenido de vuelta, aunque creo que ya debiste volver hace una semana!