martes, 12 de agosto de 2008

De Boca del Cielo a España en autobús

Ya se ha terminado mi viaje mejicano, y con él, las vacaciones. Vuelta a la realidad, como en los viajes ricos en experiencias, la vuelta es un punto de inflexión con la añoranza de lo pasado en la lengua, y la intriga y curiosidad por lo que está por venir. Ahora, sentado en el salón de mi casa, mientras escucho el infinito disco de Café Tacvba que Jesús compró en San Juan Chamula, estaba intentado, mientras la memoria aun esté fresca, recordar qué ha sido lo mejor del viaje.



No es la primera vez que lo pienso en los últimos días; se convierte una especie de letanía para recordar, para fijar y no olvidar. Pues bien, lo mejor del viaje no ha sido la comida, desde luego, ni las carreteras, detalles sin importancia. Los sitios han sido increíbles. En mi memoria, queda bien impreso Bonampak y la cascada, el sonido de la selva, las noches de San Cristobal de las Casas y la acrópolis estelar de Toniná. Sin embargo, creo que lo mejor del viaje fue, como casi siempre, la gente que te encuentras y con la que interactúas.

Ahora viene a mi cabeza Barbarella, locuaz diseñadora gráfica y amante del manga y de la serie Aida. Cómo me gusta la gente que siempre habla sonriendo, que se preocupa por que te encuentres agusto. Me encanta la gente cuya pasión es leer y es capaz de inculcar éso en los demás. Ella vive con su madre y su familia en medio del zoológico de Tuxtla que lleva el nombre de su ilustre padre, Miguel Álvarez del Toro, responsable de que hoy en Chiapas existan reservas de la biosfera. Su madre me mostró las hojas del magueicito que podrían haber sanado mi mal de estómago ¡que pena que su consejo, Doña Clementina, llegara tarde!

Luego me acuerdo de la "diosa de blanco", nuestro guiño particular hacia una viejecita ausente que nos sacó a bailar con la marimba en la plaza mayor, por turno, a Jesús y a mi en las fiestas de Comitán de Dominguez. A Jesús le hicieron un corro los demás bailarines, y a mi me sacó entre aplausos del (poco, afortunadamente) público congregado. Y todo para bailar con nosotros con aquel rictus de indiferencia y aburrimiento en la cara de la anciana, que lucía de blanco impecable. ¿Le estaría pagando el ayuntamiento para hacernos pasar vergüenza en público?

El viaje estuvo lleno de más gente, como las maestras brasileñas pre-jubiladas buscando desesperadamente el iPhone en Ciudad de Mexico a las que me encontraba recurrentemente; o los italo-americanos con los que visité Teotihuacán que me hablaron de una posible Unión NorteAmericana; o aquel chavalin de Xochimilco que jugaba a la pelota vasca (!!) que me encontré en el cercanías en Ciudad de Mexico.

Quizás por ser el recuerdo más reciente, me estaba acordando del barquero de Boca del Cielo, que nos pasó desde la orilla de la tierra a la isla-brazo de tierra, que por apenas 15 euros nos cruzó el mar tranquilo, nos enseñó los manglares, nos mostró el criadero de tortugas y los pescadores de mojarra, y nos dejó conducir su barca-motor por aquella especie de lago. Carlos Manuel, un chamaco de unos 18 años, sorprendido de que no estuvierámos ya casados como él lo estaba. Aburrido de su paz, no se separó de nosotros en toda la estancia. La novedad de los visitantes. El chaval barquero me preguntó en un momento dado:

"¿... a España ...qué se va, en avión o en autobús? ".

Jesús y yo nos cruzamos miradas. Sonrisa cómplice y sorpresa en silencio. Jesús me contó después, cuando el barquero se alejó un momento, que estos chiapanecos no salen nunca de su poblado, muchas veces se van muy lejos a trabajar, pero vuelven enseguida sin experiencias nuevas, sin conocer aquella ciudad lejana, añorando el poblado patrio. También la influencia de su familia pesa "ay pa'que te vas a ir m'hijito tan lejos.. si te puedes quedar aqui con nosotros". El efecto boca del cielo: la gente no sale de su micro-cosmos, sus miedos y las costumbres le eliminan inquietudes y deseos de volar.
En la despedida, el joven barquero nos pidió nuestros números de teléfono, para seguir en contacto desde la cabina del poblado. Como me explicó Jesús, esta gente podrá ser cómo es y tener sus limitaciones, pueden no desear salir de su calle durante en toda su vida, pero puede que sean las personas más leales y de corazón amplio que se puedan encontrar.

Y de todas las personas del viaje: Jesús. Él hereda lo mejor de dos mundos: el corazón de los chiapanecos sencillos; y el afán de volar, de conocer, de superarse, más propio quizás de los norteños y cosmopolitas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tambien disfrute mucho ese viaje. Todo se disfruta mucho mas cuando la compañia es buena, y de esa compañia depende la percepcion final que se queda grabada en la mente. No fue la primera vez que recorria muchos de esos lugares, pero sin duda nunca me parecieron tan esplendorosos (esa cascada y el inframundo maya son el mejor ejemplo). En fin, sabes que cuando quieras volver a esta tierra encontraras quien te reciba con los brazos abiertos. Y quien sabe, quiza decida hacer el viaje a España en autobus. 1 abraso hermano!!

peligrossa´maríha dijo...

Jei!
Vaya viaje que te has pegado, se ve que lo has disfrutado. Ahora como Ulises, la vuelta a casa. Pero con más viajes pendientes.
Un bsote

daviz dijo...

mejor vente en avion hombre! un abrazo.