domingo, 25 de mayo de 2008

La Trinidad (La Búsqueda II)

Continúa de "La Búsqueda"

Abrió un ojo, luego el otro. Seguía vivo, un día más. Se levantó de la cama, la angustia le laceraba el estómago como los últimos cuatro días, desde El encuentro. Cada noche se acostaba preguntándose si sería la última y el amanecer le sorprendería cadaver o tal vez se levantaría en una bonita morgue. Pero ahí estaba, palpándose el rostro para asegurarse de que todavía sentía. Frío, húmedo. Estaba vivo. Se vistió con la mirada en el infinito y con la lentitud del desahuciado. Al fin y al cabo, era lo que él era. Ella le había respondido, le había encontrado. Sus días tocaban a su fin, así era la profecía que encontró en Playa Chica. Y sobre todo así lo sentía, su alma reconocía y sabía aquella verdad ineludible.

Dirigió sus pasos blancos hacia la calle de la Trinidad. La ironía de la vida era cruel. Años sin saber qué buscar, a dónde dirigir su vida, y en su últimos días la fatalidad le conduce a buscar, a querer encontrar de nuevo a la Mujer de los Ojos Tristes, a Ella, las Tres Moiras. Durante esos días recorrió la judería, caminó horas, esperó, se sentó, miró, lloró, pero no la volvió a encontrar. ¿Cuánto le quedaba? ¿por qué seguía vivo? La espera le mataba y el estómago le ardía, atenazado por el terror del occasio y del quando. C'est la vie, que fugit. Vita brevis, vita fugit.

Con sus pensamientos
pesadumbrosos llegó a la cafetería de la Trinidad. Vacía, como siempre en aquel tiempo.
- Lucía,... dame tú magia, reconfórtame- le pidió a la camarera, casi implorando.- Sálvame.
- Sólo te puedo dar café- dijo ella mientras le cogía las dos manos,maternal y piadosa.- Y aguado. Che, ya sabés que no soy Maga, ni hechicera ni bruja.
- ¿qué puedo hacer Lucía? ¿Por qué me dijiste que tendrían que pasar otros 100 años?
- Solamente era metáfora. Vos buscabás una respuesta que no puedo dar, porque vos mismamente la tenés que encontrar. Por vos mismo.
Y comenzaron una larga conversación sobre el destino, la voluntad del ser humano, y los caminos que conforman la larga espiral de la vida. Hablaron largo del alma, del cosmos y del caos y los hilos del tiempo, y de la búsqueda.
- ¿Qué buscas tú, Lucía?
- Tan sólo un alma preciosa en un cuerpo bonito- se paró a pensar y siguió.- Para enamorarme locamente y ser correspondida.
- Otra búsqueda infinita. La vida es un despropósito de dimensiones audaces.
- Ya lo encontré una vez, incrédulo.- le sonrió ella, su mirada desvanecida en un recuerdo.- En un París hoy antiguo, vetusto de hecho. Encontré un ser iluminado, que me iluminaba a mi. Y yo a él, era su baliza.
- Y ¿qué pasó? ¿dónde está?
- A miles de kilómetros de aquí. Ves, otra ironía de la vida. Cuando encuentras lo que buscas, se halla tan lejos, que más valía no haberlo encontrado.
Él frunció el entrecejo.
- Al menos -siguió ella, inspirada- mi alma se siente en calma, pues la búsqueda ya no me empuja, ya estoy tranquila.
- Y sola- afirmó el, venenosamente.
- Ya la he domado, la búsqueda -continuo ella, ignorándole- y espera enjaulada, relamiéndose como una leona entre las rejas del circo. Esperando a salir de nuevo, para una nueva actuación quizás o tal vez para salir brincando y al galope hacia la estepa.
- Loca, te pierdes con la metáfora.
Y por primera vez en cuatro días se soltó una carcajada.

- Te he hecho reír, quizás sí que sea Maga. - sonrío ella, y volvió a cogerle las manos.- Mirá, querido. Quizás es tu mensaje. La tranquilidad de quien ha encontrado otorga paz, y tiempo. Ahora que no busco, mi alma vuela en otros campos. Crea. Pinta, escribe y se expresa. Y pone cafés en un pueblo blanco.
Él volvió a echarse a reír. Ella pausó y tras meditar por un momento, siguió.
- La vida se teje en el telar de la vida. Cada cosa que pasa, cada hilo que se incorpora al tejido tiene una razón,ché, es parte del dibujo cósmico. Nada es en vano, querido. Pensá. Sentí. Meditá. Y actuá en consecuencia.
- ¿Quieres decir que quizás todo esto sea una broma, una lección de mi propia consciencia para decirme que deje que perder el tiempo buscando nadas y hadas?
- Eso creo, enamorado de la vida- y se puso seria. - Escuchá, tengo que atender

Y se alejó, hacia la mesa del rincón del piano, donde dos hombres se habían sentado.
La camarera de la Trinidad. Era única. Lo había conseguido. Se sentía mejor, un calorcito interior ya le llenada. Agarró su taza de café, aguado y negro, como siempre. Empezó a juguetear con la cucharilla y los reflejos plateados, mientras observaba cómo Lucía iba y venía, cómo hacía y deshacía, cómo sonreía y parloteaba con los extraños. Lucía en la cucharilla, Lucía en el espejo, Lucía plateada. Pero siempre luciendo. El tiempo podría pasar así siempre... sentado en su mesa, en el rincón del espejo de la cafetería de la calle Trinidad. Cien años han pasado y cien más podrían pasar así.

Entonces lo vió, debajo de la taza. Tantas veces se había sentado en esa mesa... ¿cuántas? ¿cien, igual? Nunca vió hasta entonces, en la vieja mesa de madera, aquel rayón. Había muchos rayones e inscripciones, muchos mensajes, en muchos idiomas, de los niños y turistas que juegan con la madera blanda y cualquier objeto punzante. Inglés, francés, español, árabe. Literatura del grafitti y punzón. Pero ésa era su mesa, y conocía palmo a palmo cada raya y cada inscripción. Y aquel mensaje no estaba antes. Otra vez.


No me busques. Soy yo quien te busca a ti. Soy yo con quien se encuentran. Y a ti, ya te he encontrado. you lived past your time.

¿Continuará?

2 comentarios:

malabarista infernal dijo...

estoy ansioso por recibir el resto de la historia.
enhorabuena homo-ciencius-literatus

daviz dijo...

viniendo de ti, homo-liricus-poeticus, ... muchas gracias, es todo un halago!!

pronto el desenlace :D