Se puede decir más bonito, más adornado, menos doloroso para el ego,... pero todos sabemos y hemos sabido lo que se siente.
Del libro "Arte de amar" de Ovidio
"¿Acaso no es hemosa esta muchacha, acaso no se viste con elegancia y ha sido -creo recordar- objeto de mis deseos reiteradas veces? Sin embargo, lánguido en mala hora, la tuve en mis brazos y no me serví de ella sino que estuve tendido, siendo oprobio y carga para un lecho inmóvil, y no pude disfrutar del placer de quedarme sin fuerza en las ingles, a pesar de que yo lo deseaba y lo deseaba al mismo tiempo la muchacha.
Y eso que ella echó a mi cuello sus brazos de marfil, más blancos que la nieve sitonia, me dio besos provocadores con apasionada lengua, y puso su lascivo muslo debajo del mío, diciéndome ternezas, llamándome su señor y añadiendo las palabras comunes que en estos casos nos gusta oír. Pero mi miembro perezoso, como inficcionado por la fría cicuta, no correspondió a mis intenciones. Estuve tendido como un tronco inerte, apariencia y peso inútil, y no se sabía si yo era un cuerpo o una sombra.
¿Cómo va a ser mi vejez cuando me llegue -si es que me ha de llegar- si mi juventud falta ya a sus deberes? !Ah! me avergüenzo de mis años: ¿de qué me vale sentirme joven y varón si mi amiga no ha comprobado mi juventud y mi virilidad? En tales condiciones se levanta la piadosa sacerdotisa para acercarse al fuego que siempre arde y del lecho de su hermano querido la hermana respetuosa.
Y sin embargo hace poco dos veces la rubia Clide, tres veces la pálida Pito y tres veces Libas disfrutaron una tras otra de mis favores. Me acuerdo que en el corto espacio de una noche Corina me pidió que nos amáramos y yo aguanté nueve veces.
¿No será que mi cuerpo languidece embrujado por algún veneno de Tesalia?; ¿no será que ensalmos y hierbas, !desgraciado de mí!, me están haciendo daño, o que una hechicera ha grabado mi nombre en amarillenta cera y una afilada aguja ha penetrado en medio de mi hígado?. Ceres, dañada por ensalmos, queda reducida a hierba sin fruto; sécanse las aguas de la fuente dañada por ensalmos; al ritmo de ensalmos caen las bellotas de las encinas y la uva de las parras, y vienen al suelo los frutos sin que nadie mueva el árbol. ¿Qué es lo que prohíbe que también los nervios se emboten mediante artes mágicas? Quizá provenga de aquí mi impotencia.
A todo lo cual se añadió la vergüenza por lo que estaba pasando: también la vergüenza era para mí un obstáculo; ése fue el otro motivo de mi debilidad.
Pero !qué hermosa era aquella mujer a la que tan sólo vi y toqué! Mas como yo la toqué, la toca también su túnica. Al contacto con ella podría rejuvenecerse el anciando de Pilos, y Titonio recobrar una fortaleza superior a la de su edad. Yo tuve la suerte de encontrarla, pero ella no tuvo la suerte de encontrar a un hombre. ¿Qué súplicas inventaré ahora en el caso de que nuevamente la desee?
!Creo incluso que los dioses poderosos se han avergonzado de haberme concedido un don del que tan mal uso hice. Anhelaba desde luego que me recibiera, y en efecto me recibió; darle besos, y se los di; estar junto a ella, y lo estuve. Mas ¿para qué la Fortuna me concedió tantos privilegios?, ¿de qué sirve la realeza si no se ejerce?, ¿de qué me valieron los tesoros, si tan sólo los poseí como un avaro opulento? De igual manera padece sed en medio de la corriente aquel que divulgó los arcanos, y como yo, él posee unas frutas que nunca puede tocar. !Ah! ¿Hubo alguien alguna vez que se levantara al amanecer del lecho de una mujer hermosa en condiciones tales que puediera de inmediato presentarse ante los dioses santos?
Pero, bien me acuerdo, ¿no me acarició y desperdició en mí, sus mejores besos y no trató de estimularme con todos los medios que tuvo a su alcance? Ella habría podido entusiasmar con sus caricias a las robustas encinas, al duro diamante y a las insensibles rocas. Habría sido capaz desde luego de entusiasmar a cualquiera que estuviera vivo o fuera varón, pero yo entonces ni estuve vivo ni fui varón, como lo había sido antes. ¿Qué placer producirá Femio, si canta para oídos sordos?, ¿qué placer le produce al desgraciado Támiras una pintura? En cuanto a mí, ¿qué goces no me representé en lo secreto de mi pensamiento?, ¿qué posturas no tenía yo imaginadas y planeadas? Sin embargo mi miembro se quedó tan abatido como si hubiera muerto antes de tiempo, más lánguido, para vergüenza mía, que una rosa cortada del día anterior.
Pero hete aquí que ahora cobra fuerza y se robustece cuando ya ha pasado su ocasión, ahora reclama su acción y su guerra. ¿Por qué no persistes avergonzada en tu abatamiento, parte la más despreciable de mi cuerpo? Así también me atrapaste antes con tus promesas. Tú engañas a tu dueño, por culpa tuya me han sorprendido sin armas y he sufrido lamentables pérdidas seguidas de gran vergüenza.
Incluso mi amiga no tuvo mingún inconveniente en acercar suavemente su mano a ella para estimularla; pero al ver que no podía enderezarse por ningún medio y que, sin acordarse de sí misma, colgaba lánguida, me dijo: "¿por qué te burlas de mí?, ¿quien te mandaba, loco, acostarte en mi lecho contra tu voluntad? O una envenenadora de Eea te tiene embrujado con hilos de lana que te traspasan, o vienes aquí cansado de otro amor". E inmediatamente, saltó fuera del lecho cubierta con un túnica desceñida (y estaba hermosa al salir con los pies descalzos), y para que no pudieran saber sus criadas que continuaba intacta, disimuló esta ignominia lavándose.
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