Hace unos días estaba en el Corte Inglés, creo que comprando alguna cosilla que todavía me hacía falta para el viaje. Siempre me gusta pasarme por la sección de libros, aunque no vaya a comprar ninguno. Esta vez, me fije en que cerca de la caja habia una cubeta con restos de agua, y unos cuantos libros metidos, con un cartel que rezaba "libros acuáticos". ¡qué curioso! Pues comprobé que efectivamente los libros ahi metidos estaban húmedos, pero sus hojas no se habían deshecho ni borrado, tan sólo se habían vuelto...algo así como moldeables. Pensé que podría ser un regalo curioso para alguien que le gustara leer y que le gustara la piscina. Así no se le estropearían los libros con el agua. La verdad que no se me ocurrió nadie en ese momento que le pudiera gustar ambas cosas, más que yo mismo. Aquí seguramente nuestra querida Riconcito es donde nos achacaría el consumismo y esas cosas, pero no pude evitar querer comprar un libro de verano.
En fin, no sabía cuál llevarme y entonces lo vi: Malinche, de Laura Esquivel. Al leer la contraportada, vi que era la autora de "Cómo agua para chocolate", podría estar bien. Recordé además que ya antes había oido ese término, Malinche. Mi amigo chiapaneco me había hablado del "malinchismo": en México, la preferencia de lo foráneo respecto a lo propio. La mal llamada Malinche fue la indígena que actúo como traductora de castellano a nahuatl para el conquistador Hernán Cortés, además de amante, y de la que se piensa tuvo un papel fundamental en la caida del imperio Azteca.
Pues os podéis imaginar, olvidé completamente la chorrada de los libros acuáticos y pregunté si lo tenían en una edición en papel normal, pero sólo lo tenían en aquel raro papel. ¡Y menudo papel ha jugado el libro! Empecé a leerlo mientras sobrevolabamos el Atlántico, y he seguido leyéndolo en cada rincón de la Ciudad de Mexico donde hubiera oportunidad: en el Bosque de Chapultepec, en el Zócalo, en la cafetería-pórtico del palacio de Bellas Artes, sentado en uno de esos bancos estrámboticos del Paseo de la Reforma, en un Sanborns después de desayunar, en un Starbucks de la Zona Rosa para merendar, en la ciudad de los dioses de Teotihuacan mientras esperaba al resto del grupo, incluso en el metro camino de la particular venecia defeña, Xochimilco.
¡Y cómo me ha servido leerlo! Con una sensibilidad y magia increible, la autora narra la visión de la india Malinalli sobre los acontecimientos que tienen lugar en torno a 1521 desde la llegada de Cortés a tierra Mexica hasta la conquista casi completa del norte de Mesoamérica, incluyendo la caida del centro de los Azteca, la gran ciudad de Tenochtitlan.Todo ello mezclando datos históricos con la magia de los dioses prehispánicos y las costumbres propias de los pueblos mesoamericanos. La indigena Malinalli, pensando que si bien Cortés y los españoles puede que no sean los enviados del dios Quetzalcoatl como el emperador Azteca piensa, sí que pueden servir como instrumento para que los Azteca abandonen los sacrificios humanos. En fin, toda la mitología que se incluye en ese argumento la he podido ir comprobando poco a poco en los diversos museos, y rincones de la ciudad que he visitado. Ahora conozco un poquitín más de la historia de los Mexica (los Azteca) y alguno de los pueblos que les rendían pleitesía y pagaban tributo.
La siguiente etapa del viaje, hacia el sur, hacia los dominios de los Maya. Aquí termina mi experiencia capitalina. Me voy contento de esta vez, haber tener tenido la oportunidad de visitar y conocer todos los sitios que la última vez no pude y quise. Y algunos más.
Siguiente parada, Villahermosa en Tabasco.
Como suele despedirse Martanauta: son las 22:15 de la noche. La temperatura exterior es de unos quince grados y sigue lloviendo en Ciudad de Mexico.
2 comentarios:
que buena pinta amigo mío, disfruta el viaje que te lo has ganado.
un abrazo
Sigue camino, caminante se hace camino al andar.
un abrazo transoceánico amic.
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