Un día te subes a un tren que ya está en marcha, procedente de muchos lugares, con muchos km. sobre los raíles recorridos, con el rumbo ya fijado, pero no te importa que el lugar hacia el que se dirige esté determinado, pues una vez en sus vagones te encuentras con un ambiente acogedor, y te acomodas, y te dejas llevar, atravesando infinidad de parajes, sintiendo una seguridad hasta entonces desconocida. Sin embargo, después de haber atravesado montañas y paisajes nevados, después de circular en paralelo a costas y ríos, después de otear lagos y bosques a través de sus ventanas, pese a lo a gusto que estás y lo feliz que has sido durante el trayecto, sientes la necesidad de apearte para buscar tu propio/a compañero/a de viaje y elegir juntos un destino común en otro tren, y eso es lo que haces, perdiendo el estado de seguridad en el que te encontrabas, pero no te importa renunciar a ello, porque lo que está por venir crees que será mejor, al ser tú mismo/a quien elija una nueva dirección y, sobre todo, porque esa elección la vas a hacer junto a la persona querida y deseada. Y aunque el comienzo no es fácil y esté lleno de incertidumbre, pues en los vagones aún hay demasiados/as pasajeros/as, poco a poco éstos van descendiendo en cada parada y van dejando sitio libre para vuestro nuevo equipaje, que se irá incrementando ruta tras ruta, con ilusiones, gratas sorpresas y un montón de buenos momentos e inmensas alegrías. En alguna ocasión también os lleváis tensiones, disputas, desacuerdos, aunque no dejáis que se instalen ni rencores ni tristeza. Pero transcurrida una larga etapa, cuando por fin habéis llegado a uno de los destinos más anhelados, el cual habéis preparado arduamente desde hace tiempo, repasando mapas, leyendo guías y haciendo acopio de todo aquello que vais a necesitar para este nuevo momento, sucede que ese/a compañero/a de viaje cambia de vagón antes de detenerse la máquina, por sugerencia de otro/a un pasajero/a que no ha sabido qué dirección tomar ni en qué tren debía hacerlo, dejándote solo/a con tu maleta, que ahora lleva mucho más peso y por tanto necesitas un poco de ayuda para bajar con ella al andén y transportarla hacia el lugar acordado. Y te sientes tan decepcionado/a que llegas a preguntarte si volverás a subirte al mismo tren y, en caso de hacerlo, si escogerás el mismo vagón y si lo encontrarás vacío, sin nadie que te ayude a subir el equipaje de nuevo.
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