sábado, 26 de septiembre de 2009

Bleeding clown

Me gusta la metáfora del circo como reflejo de la infancia. Un redondel de luz y color, ilusión, un redondel pequeñito, limitado, en el que una vez que te sales, es díficil volver, ya dejas atrás la magia, pues ya entiendes el mecanismo. Vuelves, pero como observador.
Y en general, sobre dejar el mundo conocido atrás perseguiendo sueños.-
Leí este post en el blog de G. sobre los payasos tristes y me recordó a la canción, y a esto, que escribí hace mucho tiempo.


La sonrisa del payaso le había devuelto la paz en el pasado. Pero ahora ya no funcionaba. Además, el payaso estaba marchito, y los antes vivos colores de su traje ahora apenas lucían mortecinos, apagados. Ella se giró y salió de la carpa, franqueó la cancela y abandonó para siempre el recinto donde sus sueños circenses de un día anaranjado se habían vuelto zafios y mundanos. “Un sueño tiene que guiar, tiene que impulsar”, se dijo a sí misma. “Mi sueño, se ha roto”.

Había caminado durante dos horas desde la ciudad del Sol, a tres leguas de la explanada, hasta la mismísima puerta del Arco de Oro con el anhelo de días perdidos en su corazón. Cuando dejó el circo años atrás, el sueño la perseguía. Recorrer el mundo, salir de aquel redondel que era su universo, y ver otros cosmos, otros rumbos. Pronto se dió cuenta de que en el mundo exterior no había malabaristas, ni mujeres barbudas; los saltimbanquis no brincaban ni había acróbatas tejiendo lazos en el aire; no había domadores ni leones, pues todas las fieras eran aniquiladas antes de saberse fieras, y los domadores no llevaban látigo. Llevaban países y vestían de poder y de sombras en el alma. Pronto descubrió que todo eran trucos, pero no había ninguna magia. Sólo televisión, prensa, radio y red. Y entonces lo entendió todo. Se arrepintió de su viaje exterior. Quiso volver a su pequeño redondel de felicidad, quiso volver a su pequeño circo de magia y luz, donde cada día todo era nuevo. Pero no pudo, se encontró la carpa ajada y el payaso triste y descolorido. Con un susurro roto, él se lo explicó: “Amalia, la infancia sucede una vez. No puedes regresar a la inocencia, pues se pierde al vivir y no se recupera jamás”.






1 comentario:

malabarista infernal dijo...

Discrepo.... en el mundo exterior si quedan malabaristas, y payasos, y trapecistas, ..... solo hay que saber buscar con los ojos del niño.. ;-)