Qué sensación, montado en el tren. Regreso a casa, días de encierro que se acaban. Hace sol, un día luminoso, dorado. Por un rato, dejo de mirar el portátil y miro por la ventana. Para descansar la vista, y la mente. Veo los campos de Castilla fluir por la ventana: el verde, el amarillo, oro, se diluyen en una corriente borrosa que se difumina, viscosa, por el borde del vidrio. Muchas veces me imagino cómo se debe ver, como se debe sentir, estar al otro lado, a pie de via en ese momento en que miro por la ventana.
Oyes de lejos el sonido creciente del doppler, desde el punto de fuga allá, casi hacia al infinito; y unos segundos más tarde, pasa la lanzadera a mas de doscientos kilometros por hora, miras en la ventana y descubres, deshilachándose, la forma del viajero observando el fluido paisaje. Y él te mira a ti. Y en ese momento, un solo instante, en que la vista de los dos se cruza - el yo del vagón, y el yo a pie de vía- el tiempo se para y algo debe crujir en el tejido del universo; una percepción de la realidad que se debe de curvar en algún sitio, ¿en todos?. En tu cabeza, en la mía.
No sé porqué pero desde pequeño imaginé así la relatividad.
¡qué bien llegar a casa!
1 comentario:
interesante perspectiva
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