Estoy desbordado, sin más. Las últimas semanas transcurridas alrededor de mi treintañero cumpleaños me han dejado sin palabras. Pensaba que ya estaba colmado, que me habían demostrado más cariño del que puedo abarcar y seguramente del que merezco recibir. Pero me equivocaba, todavía quedaba más. Este fin de semana volví a mis raíces, más queridas de lo que muchos creen y/o de lo que yo mismo transmito. Y disfruté, mucho, pero mucho mucho. Estos "pequeños" señores que tuvieron a bien traerme al mundo son ahora un lucero que alumbra mi camino, un brasero, como aquél que en mi infancia calentaba nuestras piernas, que calienta mi corazón, y lo cobija en tiempos de tormenta. Me esperaban con una sonrisa y un regalo, regalo que como todos los que me han hecho desde hace algunos años tiene que ver por fin con lo que yo soy y no con lo que a ellos les gustaría que fuera. Se adentran en mundos que desconocen cargados de buenas intenciones y de paciencia para agasajar a su vástago con un regalo que le emocione, y no se si dan cuenta que lo que me emociona no son sus regalos, sino su actitud, ese es el mejor regalo.
Pero no acaban ahí las ofrendas, mis queridos hermanos, que últimamente son (junto a otra gente) el empujón necesario para pasar de las palabras a los hechos, me tenían reservada una magnífica sorpresa, bajo una manta ocultadora esperaba ansioso mi nuevo compañero de juegos...
Me quedé sin palabras, aunque mis ojos como platos y mi boca "ensonrisada" no dejaban lugar a dudas. De nuevo ilusión, a paladas, de nuevo agradecimiento, a borbotones.
Pero quedaban más alegrías, mi mundo madrileño, que conmigo vino a conocer las fiestas pucelanas, ese mundo que enriquece mi alma cada día en conjunción con mi mundo pucelano, ese que me hizo crecer, que acompañó mis tropiezos y me cobijó cuando me caía. Y lo mejor, esos mundos juntos, unidos en una mística conjunción, y todos dando lo mejor de sí mismos, y para rematar la función todos juntos con mis padres y hermanos tomando cañas domingeras como fin de fiesta.
Desbordado, esa es la palabra. No se si lo soñé, porque a veces la felicidad está tan cerca del mundo de los sueños que las fronteras acaban por volverse difusas, pero en cualquier caso fue lindo, extraordinariamente lindo. No se que ha pasado para que tanta gente estupenda me mime como lo hace, no sé si lo merezco, pero lo que sí se es que lo agradezco profundamente. Espero que las estrellas y soles que alumbran mi firmamento estén siempre cerca, como ahora, y especialmente espero que lo esté uno, que cada día me admira más como persona, amigo Daviz, eres un tipo increible, espero que seas consciente de cuánto.
3 comentarios:
si te vas a hacer ciclista ahora!!! Disfruta cada momento campeón, una pena no haber podido compartir esas cañitas con vosotros, pero ya habrá más ocasiones. Un abrazo para tí y para ese amigo tan bueno que tenemos, Davizillo.
uauuu ...sin palabras me quedo
Difícilmente se podría cuantificar el cariño que merece una persona, menos aún la que podría abarcar, pero una buena persona no creo que tenga umbrales en ese sentido, así que no te les plantees.
Igualamente me hubiera gustado compartir esas cañitas, así que para la próxima.
Como dice Henry, a ver si ahora vamos a hablar otros del primo monociclista.
Sigue viviendo y soñando así de feliz, lo mereces.
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