lunes, 10 de agosto de 2015

México, D.F. Veintidós de mayo, recuerdo numero cuatrocientos sesenta y tres. Aquella tarde llovió, dejó todo mojado. El centro histórico estaba mas bonito y cuidado que nunca. Transitado, vivo como siempre. Recuerdo las luces brillando a través de la lluvia. Nunca me gustó mojarme. Las luces en el Azul espectacular. Fue una noche especial, divertida. Descubriendo una aspecto de la ciudad que no conocía, saliendo por los antros del centro, bebimos, escuchamos música, vimos gente, gente nos vio. Hacía calor en los antros, música buenaza y no tan buena. Nunca vi cumbia bailada. Y como bailaban, los cabrones. Me dio envidia. Recordé, aunque no te lo dije, aquella vez que la señora de blanco nos sacó a bailar en Chiapas. Por dentro me reí mucho.
Cuando terminamos la noche recuerdo caminar por la Alameda Central. Las luces de las iglesias a lo largo de Hidalgo estaban mas bonitas todavía, luz amarilla sobre la piedra granate del centro. Me dio nostalgia del tiempo que soñaba con México, que vivía en mi suelo colorido y folclórico. Quería que la Alameda no se acabara nunca, porque era como en el sueño que yo había inventado para mi. No quiero ver la realidad, no me interesa.
Aun tengo tanto que escribir... Sobre lo que aprendí. No quiero que se disipe, sin más, como tantos otros. Y quiero otra noche en el D.F.

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