18 de mayo, Bogota. Recuerdo número trescientos catorce. En mi cabeza esta sonando continuamente La Llorona interpretada por un tal Depedro, su voz es un lenitivo. Arrastro melancolía por el Andres del centro comercial Santa Bárbara, que ni de tan colorido va a evitar que piense que se me va a romper el corazón en cualquier momento. ¿Cómo he podido caer en esa? Me siento un estupido, no haber aprendido nada en tantos años. Zap, clic. Al poco, es un avión pequeño rumbo a Quito, un día nublado, llueve, y ahora descendemos a un gran valle húmedo, con nubes esparramandose a ras. Y mientras aterrizamos, me regodeo en mi miseria autocompasiva con cierta felicidad agridulce y pienso que me lo tengo merecido. No se cuando voy a superarlo, pero en cierto modo, esa miseria reflexiva, experimentarla por una vez, me hace sentir bien.
"Ay de mi llorona..."
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