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Como resumen, ha sido una gran experiencia. Hemos hablado con bastante gente y me traigo la sensación de que todos somos diferentes, pero todos somos iguales. Que las diferencias entre pueblos que muchas veces oimos en la televisión no son tales, y que puedes encontrarte gente maravillosa en cualquier parte del mundo. Mis dos momentos del viaje fueron:
- pasar la noche en una tienda de campaña de bereberes. Repentinamente nos hizo compañía durante una hora un anciano, que nos dio té, pan y nociones básicas de bereber que usamos con más o menos destreza el resto del viaje.
- dar una camiseta a una niña de la calle en Marrakech. Iba con su madre pidiendo limosna, y al darle una camiseta cambió su cara, me regaló una sonrisa tremenda, incluso la madre sonrió. Moraleja, nuestra labor como turistas debe ir más allá de ofrecer una limosna a la gente que encontramos por la calle, principalmente a los niños, no debemos dar la educación de que pueden pasar la vida viviendo de la limosna. Luego como de costumbre mi mente me martirizaba por no haber llevado más camisetas para dar a los niños, pero como de todo se aprende, espero que la próxima vez lleve más cosas de las que me traje de vuelta.
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