martes, 11 de diciembre de 2007

Hechos y reflexiones

Ayer tuve un día interesante, en el que hubo un hecho reseñable que no por esperado es menos explícito sobre la sociedad en la que vivimos y el camino que ésta sigue.
Tuve una reunión con mi jefe a propósito de mis horarios laborales. Por mi trabajo tengo que realizar viajes con relativa frecuencia, cuando esto ocurre me pego jornadas maratonianas que comienzan muy temprano y terminan llegando a casa a última hora de la tarde o noche. Por el sector en el que me muevo yo asumo este tipo de excesos, que hago sin problemas pero que compenso con menos horas efectivas los días de oficina. Este arreglo me parece justo puesto que de esta manera ambas partes cumplimos el contrato que nos mantiene unidos, además de que nunca he escuchado quejas sobre mi desempeño y celo profesional.
Pues bien, parece ser que a mi jefe no le parece bien este proceder, según él debería cumplir con rigidez mi hora de entrada y aceptar de buen grado los excesos en mi hora de salida, vamos, lo que viene a ser regalar horas de trabajo, como un anticipo de la Navidad. Por supuesto he dejado clara mi posición y la imposibilidad total por razones morales de trabajar gratis, soy hijo de obrero y eso es algo que tengo muy claro. En su argumentación mi amado jefe dió un argumento de peso, el trabajo no solo se mide en dinero y horas, dijo, también te aporta debido al caché que se supone que tiene trabajar de ingeniero una posición social, y eso según mi jefe es algo muy a tener en cuenta.
Hasta aquí los hechos. Después de expresar nuestras posiciones y no llegar a un acuerdo me retiro meditando sobre lo que acaba de suceder, ¿cómo es posible que se diga algo tan estúpido como que el trabajo te aporta una posición social?, pues hay una razón para ello, bueno dos, la primera que mi jefe es una basura como persona y sus valores lo son más, y la segunda que si dice eso es porque normalmente funciona, es decir, para muchas personas el trabajo de verdad es una medida de su posición social, de su valía personal. Esto explica el trato que dispensan a las demás personas, siempre marcado por el trabajo de éstas y la supuesta cualificación que requiere.
Y yo, rodeado de esta manada de seres huecos no puedo evitar entristecerme un poquito, ¿qué le pasa a la especie humana? ¿de verdad nos hemos hechos tan estúpidos? ¿de verdad el criterio para mucha gente de valorar a las personas se reduce a su trabajo? ¿donde quedan los criterios como la bondad, la generosidad, el sacrificio.....?
Por suerte quedan islas en este mar de superficialidad, islas pequeñas pero preciosas que esconden tesoros legendarios en su interior, anhelados por piratas y soñadores de generación en generación. Y yo buscaré como bucanero esos tesoros en mi pequeña isla, y trataré de cuidarlos y alimentarlos para que se multipliquen como panes y peces. Mientras nos miran desde los barcos de la vacuidad haciendo gestos de burla nosotros disfrutaremos del placer de la conversación, la amistad y el amor, y navegaremos sin descanso buscando más islas con las que formar un pequeño archipiélago, gobernado por un pequeño niño y su rosa con espinas.

Un homenaje a una banda mítica que ayer se reunió tras muchos años...


1 comentario:

didgewind dijo...

Son simplemente escalas de valores. Éstas se forman a nivel individual por influencia del entorno y vivencias personales. Sólo tienes que ver la escala de valores de la sociedad en la que vives. Cuando una persona coherente, agradable, inquieta, con conversación interesante, te dice que se está agobiando porque no encuentra trabajo y le gustaría ahorrar para comprarse un coche y un piso (bueno, para comprarse no, para comenzar a pagar), le preguntas que para qué quiere un coche y un piso, y te contesta 'ave, es lo que todo el mundo hace', pues apaga y vámonos.