Esta garuando de nuevo en San Paulo. Estoy en una de mis padarias favoritas, la que tiene una terraza encaramada en la ladera de Padre Joao Manuel, tomando un café de domingo y viendo un verdadero de rio de agua cristalina bajando entre la acera y la calzada. Me estoy fijando en la gente que esta aquí en este lugar. No es que sea exclusivo, para nosotros seria un lugar correcto, limpio, cuidado y con luz. Para muchos paulistas seria de "gente fina". No hay ni un solo negro aquí. Es curioso, quizas es por el libro que estoy leyendo ahora, que me deja mas sensibilizado con el asunto, pero de repente pienso que en todos los sitios donde he cenado, almorzado o tomado café desde que estoy en Jardins no he visto ningún cliente negro. Solo japoneses en aquella temakeria, mujeres muy bien vestidas, pero los únicos negros o morenos son los trabajadores. Y normalmente es la regla, morenos trabajando, blancos tomando.
Ahora entiendo mejor lo que decía Vitor sobre vestirse bien, tener el pelo bien cortado y la barba hecha, yo creía que era solo algo de vanidad.
"Tu eres gringo y blanco, puedes ir con las pintas que quieras. Pero yo no".
" Lo peor que te puede pasar es que al entrar en un sitio te paren y te pregunten si te pueden ayudar"
"Y creeme, eso pasa" "Yo no voy a darles esa osadía".
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