domingo, 25 de julio de 2010

Vacío

Amaneció un día soleado, templado en el invierno paulista. Amanecí con un vacío como si hubiera estado corriendo durante los últimos días por una rampa en espiral, y de repente el suelo desaparece bajo los pies, solo queda una inercia, que podría decir que me impulsa flotando por un vacío negro sin sonido, con estelas diamantinas, nubosas y apagadas, y luces titilando en la oscuridad, o algo más poético o más lóbrego. Pero no es así. En realidad mi vacío son las abigarradas calles de Comitán, en plenas fiestas patronales de Santo Domingo, donde una vieja vestida de blanco me obliga a bailar, reluctante ella, reluctante yo. Y no suena la marimba, sino una canción de Tacuba un poco distorsionada, como tocada por una pianola sin fuerza.
Si esto tiene sentido, ya lo veremos.

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