Por cierto, Japón estuvo muy bien, me deja un sabor a soja en la boca, un rojo bermellón en la retina, y varios pensamientos en el espíritu. Pero no es América - aunque un trocito de México lindo vino conmigo.
Y tras Japón, me inunda la perspectiva de pasar seis meses en América, ni en el norte ni en el sur, sino en ambos, a dos mil ochocientos cincuenta metros de altura...
Si creyera en Dios, en Santo Tomás de Aquino, -o en cualquier otro Inexistente-, iría a ponerles velitas. Al primero para que recé por mi para que nadie se arrepienta. Al segundo, para que no me gafe con el "Aquíno puedes venir (no tenemos presupuesto)".

Buddha, ...I love you!
No hay comentarios:
Publicar un comentario