No hay turistas. Caminar por aquí es tranquilo, muy seguro, a cualquier hora, día o noche, por la orla empedrada o por la playa mismo. Son dieciocho kilómetros de arena amarilla batida por aguas verdes atlánticas, y aunque el sol no se hunde en estas aguas, la puesta de sol deja el aire malva, no solo en el horizonte, también la maresía.
Aun así estoy deseando irme a la zona sur, Ipanema, y ver cómo funciona aquello.
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