De repente se apagó tu luz
después de aproximadamente sesenta años,
no lo podría decir con exactitud.
No nos conocíamos en profundidad,
hacía ya dos años que no nos veíamos
pero durante los dos años en los que coincidimos
siempre me recibiste con una sonrisa
y me trataste casi como uno más de tu familia,
desde que llegué a la cálida Barcelona
hasta mi nueva etapa en la vida.
Hoy me he levantado triste,
de nuevo había dejado que me atrapara la ilusión,
pero la noticia de tu adiós ha relegado
a un segundo plano mis propios sentimientos.
Esta semana voy a Valencia
y quería haber pasado por Alicante para saludarte
y regalarte un abrazo y unas flores
no esperaba este desenlace, no de esta forma, no tan repentino.
Ahora,
sólo me quedan estas lágrimas
y estas líneas para decirte adiós.
Descansa.
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