Estaba irritado. Violentado diría, pero ahora, sentado a la sombra y con el vientecillo que baja de la ladera de Graça, un rico café italiano y la musiquilla que sube del Porto de Barra estoy mas tranquilo. La playa esta atestada, por la mañana cuando me di un baño aun se veía la arena desde la balaustrada. Ahora solo hay sombrillas, y aun sigue llegando gente. Si sube la marea como el viernes, van a tener que trepar.
Ocurrió así. Paseaba por el paseo marítimo, lleno de gente y oí "sai, sai". Dos policías corriendo, y agitación abajo en la arena. Era apenas un "moleque", negro corriendo. "ladrão, ladrão!". Creo que era un reloj. Hubo un bañista que le hizo una tijera, cayó, calló, rodó. Y a partir de ahí, comenzó la bestialidad, todo el mundo en la playa, en el paseo, animando. La gente empezó a darle patadas. El chaval se tambaleaba, no sabia donde ir. Pensó que aun podria salir. Corria. La gente se ensaño. Le cayeron ostias por todos lados, patadas voladoras, le golpearon en la cabeza con un altavoz. Le tiraron al suelo. Varias veces. ¿Donde esta la policia? La gente animando, vitoreando, diciendo que debía morir. Cuando se formo aquel remolino de gente encima de el, creí que le matarían. ¡Por un reloj! Que desgraciados. Yo queria decir que le dejaran, que no pasaba nada, que le iban a matar por nada. Que impotencia. Salió todo el veneno popular, el odio de unos contra los otros. Lo reflejaron en el ratero, un capitan de arena. Suerte que llegó el policia. Para protegerle, y sacarle de la playa. Vomitó en la acera, a dos pasos de mi. Se lo llevaron. Aun se oían comentarios. "Hay que matar a esos vagabundos" "esa peste". El ser humano es deplorable, pero cuando se junta, se vuelve un peligro. Invadimos todo, contaminamos todo, corrompemos toda la belleza que nos rodea y a nosotros mismos. Sentí odio por el odio de ellos. Me envenené con el veneno. Se propaga. Y ahora tengo que soltarlo aquí.
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