viernes, 11 de octubre de 2013

Uno sabe que ya no esta en Francia por la bollería. Acabo de comerme un croissant que esta como un chicle (y creo que sabe a chicle). Un auténtico crujiente francés se hubiera desparramado dejándolo todo perdido. No es práctico para quien limpia, pero al que desayuna le alegra bastante el día. En fin, tendré que esperar a que V vuelva a hacer croissants franceses en Río. Au revoir!

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