No he perdido el tren de milagro, y con las prisas sólo he podido cogerlo hasta la frontera con Italia. Pasar por Mónaco ha sido una decepción, sólo había un túnel negro, al contrario que durante el resto del trayecto sobre la cornisa mediterránea. Además, desde lo lejos ya en Menton se veían edificios altos, empotrados entre el mar y la montaña, un poco desentonantes con el encanto de la Riviera. Y al llegar a Ventimiglia, sorpresa, el tren a Milán es ... ¡con departamentos!
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