sábado, 9 de junio de 2012

magyar

Wizzair. No para de moverse. Es un avión violeta o morado. Últimamente no hay suerte con las turbulencias. Ademas, la testosterona bulle dentro como el gas carbónico en un vaso de agua. Es un avión "estudiantil" y no da para escuchar a la tripulación. Da igual. La tripulación habla demasiado por el megáfono, parece una feria.
Llegamos.
Marta dijo que la Avenida Andrassy aun conservaba un aire bohemio. No sé. La calle de atrás es un vertedero, un misterio el porque las aceras están llenas de muebles, ropa y enseres, todo revuelto. Como si hubieran vaciado la casa de alguien con síndrome de diógenes. Pero hay un all-u-can-eat por tres mil quinientos florines con vino y sushi.
El Danubio no es azul, es verde. Al atardecer, los jóvenes se sientan en la orilla de Pest con una botella de vino y un paquete de cigarros, a ver el sol desaparecer, chalar y ser devorados por los mosquitos. Es un momento perfecto. El día se apaga, y las luces de los puentes, del castillo, de las maravillas de la ciudad se encienden...ta-chan!
Bienvenido a Budapest.

1 comentario:

Rincón oscuro dijo...

la primera imagen que tengo de Budapest también es de noche, desde un barco entre las 2 orillas. ¡Qué bonito!
No dejes de comer un Kürtoskalács por mí. Los espolvoreados con chocolate me encantan.
(La 1ª vez lo probé en el mercado de Teguise, en Lanzarote, pues había un puesto de dulces por unos rumanos emigrados allí...En Praga también los hacen aunque no tan buenos).