martes, 8 de enero de 2013

El Hombre Yang

El anciano ordenaba las cajas de limas en el hueco correspondiente según el tamaño, el material del que estuvieran hechas y el uso para el que estuvieran destinadas. Al cabo de un rato notó que alguien le miraba desde el otro lado del mostrador. Se giró y observó a la persona que había entrado en el bazar, a través de los visos que hacían los cristales amarillentos de sus gafas. 
Era un tipo ni alto ni bajo, de cara afable y aspecto tranquilo, acompañado de un gato.
- Quisiera un afilador de colmillos.
- Querrá decir de cuchillos - replicó el vendedor.
- No, no, de colmillos.
-¿Para su gato?
- El gato no es mío.
El hombre mayor, sin parpadear siquiera, se volvió hacia los estantes que tenía a su espalda y escogió una de las cajas que había estado colocando previamente a la visita del extraño individuo. ¿Un pseudo-vampiro quizá? - pensaba mientras escogía una lima de cristal.
- Tome ésta. Con ella podrá limarse las uñas sin que se le astillen, y en cuanto a lo otro...¿es para algo en concreto? - preguntó el anciano.
- Sí claro, para afilarme los colmillos.
- Me refiero al propósito de tener los colmillos más afilados que como los tiene ya. ¿Tiene que ver con su  profesión? - volvió a preguntar el vendedor. 
- No, claro que no. Soy rastreador de blogs clandestinos. 

Y mientras imaginaba el fin de esta breve historia recibí a través de la intranet del trabajo este mensaje: "¿por casualidad alguien tiene un cuchillo?" 



1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.