Estoy currando en Alcatraz, o así es como llaman al Centro de Clasificación Automática de Correos en el que sudo todas las tardes. La verdad, o no es para tanto o yo me lo tomo todo con muy buen humor.
A la mayoría de los compañeros les patina el compañerismo y la alegría pero a mí no me importa demasiado. Yo saludo, sonrío, charlo un rato, y cuando ya la conversación no trascendental me empieza a dejar sin respuestas sinceras me pongo a escuchar música. Eso sí, a volumen máximo (lo que me aporrea los tímpanos) porque el ruido de las máquinas te altera los latidos del corazón. Taquicárdicos ya de por sí si una se olvida de ser consciente de la respiración y los movimientos, porque las cartas salen a lo laaaargo de una máquina que no para en toda la tarde. Carrera por aquí carrera por allá no vaya a ser que se caigan y se atasque. Dónde se enciende la luz allí que voy yo, las recojo, las pongo en una bandeja, la etiqueto y la pongo en un carro. Esto es la que yo llamo jugar a los marcianitos en el nivel 1. Cuando me toca la de nivel 2 ó 3 se queda una pa´ recoger chapas en los bares, porque el ritmo es de clase de aeróbic y el cerebro no para de repetir B45, C17, E 8, A24... Hundida! No, hundida nunca, porque como ya digo, saco lo mejor que puedo o veo de cada situación. Medito y respiro para no hacerme daño en las muñecas, soy consciente de cada parte de mi cuerpo que no quiero torturar. Durante algún segundo miro a las ventanas a lo lejos y alto de la pedazo de nave en la que estamos y diviso una nube de la que me cuelgo unos instantes que me llevan muy lejos de Alcatraz. A veces un rayo de sol se cuela en lo alto y salto para recogerlo. Su reflejo en la zona de las EEs. Qué alegría!
Un día sí y otro también, la electricidad estática te deja churrascaita. Cuando estás en la cabecera de la máquina, dándola de comer, cada vez que tocas el carro de hierro o la mesa también de hierro, fuissuhhhh!! latigazo de corriente eléctrica que te llega desde los deditos de la mano al oído interno que te conecta con el cerebelo y que ha pasado antes por la médula espinal. Joerse! Y una vez que te ha dado uno ya vienen todos seguidos. Como no hay nada que no esté electrificado a mi alrededor y las paredes son de plástico pues no puedo hacer masa para descargarme. Así que pienso que es una buena ocasión para decirle al chavalito tan majo con el que he compartido la máquina media hora antes que si me da un abrazo y nos circulamos la energía. O incluso decírselo a cualquier compañero para practicar más el amar a todo el mundo por igual. Pero al final no lo hago. Bueno, tengo todavía días para practicar.
Cada día te cambian los compañeros del video juego y estoy contenta porque sonrío al que pasa aunque éste vaya con unas ojeras que se le juntan con las comisuras caídas de lo labios y enseño estiramientos de yoga a las señoras y les digo puntos de reflexología donde pueden aliviar sus dolores: el cuello, los hombros, la columna, la riñonada, los tobillos, las muñecas...se contraen y duelen de cargar las cajas y hacer movimientos repetitivos día tras día.
Y así estaba contenta de que Alcatraz y sus presos no pudieran conmigo hasta que ayer me acorralaron 3 compañeros en el pasillo de la máquina de nivel 3. Eran lentillos y me tocaba moverme el doble (es lo que tienen los trabajos en cadena, llevas una argolla enganchada a tus compis y otra a la máquina) pero eso ni me da rabia ni me importa. Lo que me inundó el cuerpo y me hundió el alma dejándome game over fue el olor que desprendían; la gente que se baña en colonia me mata. Uno y Una encoloniados a granel, mezcla de olores que desmayan, un sufrimiento desde las fosas nasales hasta el estómago que quería vomitar. La tercera con halitosis. Socorrooooo!! Los ojos se resecan en Alcatraz, los oídos padecen, el tacto te da descargas eléctricas, la garganta carraspea, el cuerpo duele...puedo con todo! pero el olfato...no por Dios! que alguien los neutralice!
Y bueno, al final si hoy me vuelve a tocar con ellos, tendré que subir unos Hz más mis vibraciones para que ni sus olores me borren la sonrisa. Qué remedio!